Hará cosa de un año, mientras uno disfrutaba de sus vacaciones en la hermosa ciudad de Santa Cruz de Tenerife, recibí un correo donde se solicitaba mi colaboración para un número extraordinario que la revista Ánfora Nova, con el mismo título de esta entrada, pensaba dedicar a Jesús García Calderón (Badajoz, 1959).
¿Cómo negarse a semejante petición? Me alegró enormemente la noticia de ese homenaje a una persona, a un amigo, con los méritos suficientes para merecerlo sobradamente.
Porque Jesús los tiene; y muchos. Jurista -es Fiscal Superior de Andalucía, con una trayectoria acreditada en la protección penal de los Bienes Culturales, la gestión y conservación del Patrimonio Histórico o la defensa y protección de la Arqueología- Académico de Bellas Artes en Granada, poeta y escritor…
A la llamada de la revista acudieron, entre otros, nombres como Fernando Arrabal, Federico Mayor Zaragoza, Antonio Carvajal, Álvaro Valverde… que con sus extraordinarios textos dieron fe de los afectos y devociones que Jesús García Calderón convoca.
Este es el texto que envié entonces y al que ahora no sólo no quitaría ni una coma, sino que ampliaría en la misma medida en que mi admiración y respeto hacia él han crecido.
Me acuerdo de Lorenzo de Ypiens,
cónsul de un ignorado país en una lejana ciudad del norte,
envuelto en la niebla y la humedad.
Me acuerdo de que no recuerdo cuánto tiempo hace que conozco a Jesús. Acaso más de esos veinte años que en el famoso tango Volver se empeñan en decir que “no es nada”. Y vaya si lo son. Si sé, en cambio, que fue un día venturoso aquel en que nos presentó nuestro común amigo Bernardo Víctor Carande, que entonces arropaba bajo sus alas sabias una tropilla de poetas en ciernes que no dejábamos de acosarle con nuestros escritos. Tengo para mí que desde aquel día en que cruzamos nuestras manos, mi vida se enriqueció con su conocimiento. Como también sé que es de aquel entonces de donde proviene su saber estar, su oficio poético, su reflexión acerca del hombre y su circunstancia, su labor cívica, su atención y cariño para conmigo, y que él sabe que es mutuo.
Admirable como hombre (porque son de admirar en estos tiempos pragmáticos y ociosos que vivimos su generosidad y lealtad, su visión de la moral, su firme compromiso con la sociedad desde el cargo tan ingrato que ocupa… rasgos éstos hoy tan en desuso y hasta denostados), no lo es menos como poeta. Gente más docta que yo habrá de decir a buen seguro, y con mejores palabras y argumentos, de su labor poética y literaria (no olvidemos ese magnífico libro de relatos, Los regalos sombríos, publicado en la estupenda colección “La Gaveta” de la Editora Regional de Extremadura).
Pero no puedo, ni debo, ni tampoco quiero dejar de decir que en muchos de sus poemas, quien esto firma encuentra en multitud de ocasiones esas quimeras que son la belleza, la esperanza y el consuelo. Y también, por qué no confesarlo, ese poquito de mala hierba que es la envidia sana. Los poetas somos muy envidiosos. Y a mí, que también procuro caminar de la mano de la poesía, me hubiera gustado escribir muchos de los poemas salidos de la pluma de Jesús García Calderón. Porque él lo hace con la mayor sencillez del mundo (esa “difícil sencillez” que decía Juan Ramón, y que tantos buscamos con ahínco y muy dudosos resultados), con palabras que uno tiene en los labios todos los días sin caer en la cuenta de lo que pueden llegar a decir en muchas ocasiones. Jesús sí lo sabe. Y lo dice. En muchos de sus poemas (pienso, por ejemplo, en Mujeres de invierno), un quehacer cotidiano e imprescindible, una labor necesaria e ingrata, se impregna de ternura, de un admirable sentido poético, por obra y gracia de su talento para decir y contar.
O en los poemas de Lorenzo de Ypiens de El corazón no avisa los amantes (qué hermoso y acertado título) En mi ventana y En mi mesa, donde su saber poético hace que nos asomemos y nos sentemos con él, en serena armonía, felices de saborear esas sensaciones que propone, que confiesa, que comparte.
Cordial. Si tuviera que elegir una sola palabra para referirme a Jesús, la palabra sería cordial. En el sentido más profundo de afectuoso y también en el de que tiene virtud para fortalecer el corazón, ese motor que nos mueve hasta el final, allí donde guardamos las más hondas ternuras, los más desolados amores, las más firmes lealtades.
“Un lugar en el norte” de la vida, ése donde Jesús sabe que siempre podrá encontrarme.
Hasta aquí el texto publicado en el número que la revista Ánfora Nova (nº 79/80) dedicó en homenaje a su figura.
Para acabar esta entrada no me resisto a mostrar este poema de su último libro -El asombro escondido, publicado por la editorial Norbanova (Cáceres, 2010)-, donde, con esa generosidad y lealtad consustanciales a su persona de las que os hablaba, Jesús se lo dedica a quien esto firma.
Que no todos los días le dedican un poema a uno.
Y a mí me gusta presumir de amigos.
CONSEJO
Ten cuidado con los hombres ridículos.
Siempre que puedas, aparta la mirada
de su torpe desdén, no te interesa
siquiera que reparen en tu presencia.
Recuerda que su rastro
no lo dejan atrás, viene con ellos
alentando ese error
que nos nubla la mente y nos pervierte.
Ya sabes que nunca se sorprenden
con el éxito abrupto que les llega
por una sola vez y nos devora.
Por eso, te lo ruego, ten cuidado,
una vez que lo alcanzan
apiádate de aquellos que se cruzan
con la cabeza erguida en su camino
y el corazón marchito de añoranza.
Nada saben temer, solo si acecha
muy cercano el castigo se repliegan.
Cuídate sin descanso de los hombres
ridículos que mandan
y no saben vivir
sin otra convicción que una venganza.
Tú tienes la virtud de descubrirlos.
Será siempre un peligro y lo lamento
esa decencia tuya inevitable.
Gracias de corazón, Jesús.
Y este abrazo para todos vosotros.
Caricatura: Enrique Bonet
Excelentes textos. Entrañables pruebas de AMISTAD (así, con mayúsculas).
ResponderEliminarY excelente consejo.
Mi enhorabuena. Un abrazo.
Muchas gracias por tu generosidad. Un cariñoso abrazo
ResponderEliminarHe disfrutado de este elogio y afecto por Jesús al que me sumo. En el círculo de las letras extremeñas que he conocido, ha habido un buen número de valiosos escritores recientes que han aunado su singular calidad humana y bonhomía, a una apreciable manera de hablar y de trazar su obra; y en mi distancia física, a ese recuerdo y amistad acudo. Es una condición especial que hace que quienes siendo de fuera han visitado las varias Aulas de Literatura abiertas se han ido con una magnífica impresión de la cordialidad e iniciativas no esperadas. A veces también leo quejas a la rutina y el roce de estar allí, como si ciertas posibilidades de altura se desecharan o perdieran. Y sin embargo lo que va a quedar es obras, ediciones, proyectos y recuerdos tan valiosos como los que te han motivado esta entrada. Frente a la política cultural no siempre brillante, está la labor callada o persistente de tantos -tú has mencionado a Jesús- que han hecho equivalentes para nosotros la literatura y la amistad, y más fácil la vida a la luz de sus inquietudes y placeres.
ResponderEliminarAntonio: es que Jesús es así, tal como digo.
ResponderEliminarA la prueba del poema me remito.
Un abrazo.
Gracias a ti, Jesús, por tu amistad por encima del tiempo y la distancia.
ResponderEliminarBesos para todos.
Gracias, Carlos, por tus siempre enjundiosos comentarios.
ResponderEliminarCon respecto a éste, no sé expresar mejor mi afecto por el amigo que en tanta estima me tiene. Lo que sí sé es que se merece eso y más.
Todo un caballero, Jesús, todo un amigo.
Un abrazo.