Hemos venido en silencio al arrimo del aroma en la colina. Dulcemente frágiles, damas de honor de la primavera que anuncian y celebran, despliegan las mimosas sus penachos amarillos, sus pamelas de olor y lumbre, el efímero y vasto fulgor que enloquece a las abejas.
Junto a los prunos y almendros que se visten de boda, contra el azul del cielo, el aire se abanica y se perfuma con ellas.
Un inquieto vals de fragancias se esparce en el aire del día.