Casero.
Ambicioso rentista cuyo único mérito conocido es el de ser el cargante
propietario de la vivienda miserable que ocupas. Está demostrada empíricamente
su habilidad tanto para establecer absurdas prohibiciones -nada de chicas, nada
de fiestas, nada de alcohol…- que ningún inquilino en su sano juicio piensa
cumplir en cuanto se haga de las llaves y ponga los pies en la casa, cuanto
para escaquearse vilmente, y con una maestría sorprendente en semejante patán, de
sus obligaciones contractuales: reparar desperfectos, arreglar goteras, cambiar
el calentador…
Pretende además, por sobre su pesadez de
metomentodo, que le abones por ello una cantidad mensual a todas luces
desproporcionada con relación a la porquería del alojamiento arrendado.
Es altamente recomendable la escasez en
el trato con semejantes especímenes.
Imagen: fotograma de El inquilino (1957) de Francisco Nieves Conde