Viernes desapacible, día de lluvia y viento, penúltimos coletazos del invierno: llega uno a casa cansado, casi inerme del trabajo, y encima del mueble del recibidor se encuentra con tres sobres que contienen estas maravillas, estos tres libros que han recorrido la península llenos de afectos literarios y poéticos para llegar hasta mis manos.
A mayor abundamiento de felicidad, en el primero por la izquierda hay un poema (que habla de Venecia y que transcribo más abajo) dedicado a este destinatario.
Y uno se pregunta por qué, qué ha hecho él para merecerlos.
Venecia
es un relato,
el naipe
de la última partida,
la región
donde los hombres
trazan tres círculos
para que el miedo
queme su cansancio
Venecia
es la premonición del barro,
la tumba de Ezra Pound y Joseph Brodsky,
una ambulancia
que busca las palabras perdidas.
Venecia es una abreviatura
cuando el calígrafo
que enterró en la nieve
su teléfono móvil
ahuyenta lo desconocido
("El peligro de los círculos", pág. 24, La Isla de Siltolá, 2017)