Uno
de mis dos maestros literarios, José Viñals Correas (el otro es Ángel Campos Pámpano, y a ambos,
estoy convencido, no les hubiera disgustado la vecindad en esta nota) cumpliría
hoy 84 años si la vida hubiera sido más generosa de lo que acostumbra.
Desde
su, para tantos amigos, dolorosa desaparición, no pasa un día sin que la sombra
de José esté presente en mis días.
Gracias
por vivir en mi vida maestro, amigo, hermano.
Contenido del
cofre
Como
cofre de taracea genuino de ébano y nácar, he aquí el poema, silencioso y perfecto,
afable y bruñido.
Y
aquí la llavecilla del cofre, con forma de escorpión, labrado en oro a la
manera de Cellini.
Ábrelo,
huele a sándalo que es olor apropiado. Ábrelo de mañana, no bien el sol entibie
las yemas del almendro. O bien de noche entrada, cuando el sereno elabore el
rocío.
Que
nada enturbie tu ojo ni perturbe tu oído. Vas a abrir un misterio, vas a probar
la gota de acíbar del mundo, sentirás en tus deseos las hebras de la música,
penetrarán tu carne supremos sentimientos, una luz suave llegará hasta tu alma.
O
bien el cofre es falso o es cofre de tahúres, o tu alma es de azogue sin trabajar,
espejo deformante o agua estancada donde se asfixia el liquen, que no refleja
cielo, ni color ni sonrisa.
(De
Aduana, 1999)