Hacia
finales de marzo
vimos
una nube negra sobre el valle y las montañas.
Una
nube que estaba allí parada
y no
iba hacia adelante ni hacia atrás.
A
veces era redonda, pero después se estiraba
hacia
arriba y parecía un tonel o un almiar
o
una culebra que no acababa nunca.
Luego
se abría como un abanico
y
el aire parecía estar lleno de moscas.
Mi
hermano y yo y los demás pensamos
si
no serían estorninos que venían de Rusia.
De
repente formó una esfera oscura,
densa,
color de plomo, que daba un sombra larga
sobre
el valle. Empezó a rozar la tierra
pero
luego volvía a subir y allá donde tocaba
dejaba
una mancha clara, igual que las cenizas
de un incendio.
Y
poco a poco el valle,
antes
verde de hierba y de sembrados,
se
fue quedando blanco como las caras
cuando tienen miedo,
hasta
que por fin la nube saltó los montes
y
desapareció.
¿No serían langostas?
(La miel, 1981)