Con
un buen número de espadas atravesando el cajón puse en práctica, por sorpresa y
en primicia, mi último truco: la hice desaparecer (abracadabra, visto y no
visto, nada por aquí, nada por allá…) en el momento álgido del espectáculo, con
la sala abarrotada de un público entre festivo y estupefacto aplaudiendo a
rabiar.
A
saber dónde, y cómo, estará.
¿Y
te puedes creer que después de aquello me llueven las ofertas?