viernes, 26 de enero de 2018

Proust


Ayer, mientras hacía tiempo fumando un cigarrillo antes de entrar en una consulta médica con mi mujer, me entretuve observando un rato a un grupo de muchachos que jugaban al fútbol en la calle: un partidillo de esos que en mi barrio llamabámos "gol regañao", un tres para tres con todo el asfalto y las aceras como campo de juego.
Lo hacían bien los mozalbetes. En todo el tiempo que estuve pendiente de la deportiva refriega, el resultado saltaba de empate en empate: marcaban unos, marcaban otros, marcaban unos, marcaban otros...
Tentado estuve de sumarme a uno de los grupos para inclinar la balanza pero, afortunadamente, me contuve a tiempo.
Cuando entré en la consulta, la cosa seguía empatada.
Cuando salí, ya se habían marchado.
Fue mi magdalena de Proust del día.

martes, 23 de enero de 2018

Nicanor


Cuando muere un gran poeta, el mundo llora palabras sin consuelo.

In memoriam Nicanor Parra (1914-2018)

sábado, 20 de enero de 2018

Su puta madre


“Yo a mis amigos no les cuento mis penas; que los divierta su puta madre”.

Antonio Gamero, actor

domingo, 7 de enero de 2018

Códigos



Los códigos de barras son una pesadilla para quien estuvo preso. 

viernes, 5 de enero de 2018

Insultos


En mi vida de lector, pocas veces, por no decir ninguna, me he tropezado con una sarta de insultos tan rica, tan extensa, tan con mala leche como esta del peruano Alberto Hidalgo dedicada al dos veces presidente del Perú Luis Miguel Sánchez-Cerro e incluida en este raro volumen, una edición privada que se editó en Buenos Aires en 1937.
No parece, no, que el de Arequipa tuviera en mucha estima al militar limeño.

Ahí va esa retahíla.

Esto es mucho. Basta ya de él. Hay que darle de una vez, como a los toros, el golpe de puntilla. En cuanto lo nombro, siento bajarme hasta la pluma, desde todos los extremos del alma, un tropel de adjetivos para califi­carlo mental, física y moralmente. Recitador de los dis­cursos que otros escriben, Sánchez-Cerro es el esfínter por donde se evacúa la estupidez de los secretarios. Por eso es chato, anodino, difuso, cursi, adocenado, digresi­vo, soporífero, ecoico, diluente, huero, ripioso, enriscado, banal, estólido, estulto, filatero, gárrulo, fruselero, gedeónico, blando, ezquerdeado, gelatinoso, vacío, hila­rante, burdo, bellaco, ignorante, charlatán, majadero, chirle, dengoso, zafio, diárrico, inane, cándido, latero, inconcino, minúsculo, nulo, insípido, farragoso, nescien­te, orillero, remedón, trefe, volatero, insignificante y ramplón. Es roñoso, pestilente, grosero, pusilánime, cochino, adefésico, eclámptico; fétido, escolimoso, hirsuto, fotófobo, zullón, lechuguino, currutaco, sotreta y huevón. Es arribista, pícaro, rapaz, trepador, venal, avieso, pi­llo, tunante, gregario; fanfarrón, embustero, tenebroso, hipócrita, taimado, escatológico, marrajo, cenagoso, men­daz, cínico, cocador, nocivo, atrabiliario, coccígeo, estú­pido, zorronglón, intruso, inmoral, deyectado, nepótico, zolocho, ambidextro, equívoco, zopenco, dingolondango­so, ruin, falaz, trapacero, fraudulento, lacroso, lúteo, intérlope, pravo, fecal, mazorral, lordósico, infando, im­púdico, histrión, siniestro, simulador, rastrero, pérfi­do, vitando, esquizofrénico, perillán, abyecto, mezquino, torpe, miserable, necio, ridículo, truhán, bribón, vene­noso, turbio, adulón, artero, apostático, servil, alevoso, epiléptico, perverso, funesto, protervo, cobarde y cana­lla. Todavía le hacen falta unos sustantivos: es un ba­cín, un microbio, un rufián, una bazofia, una calamidad, un cacaseno, un estropajo, un bufón, un cachivache, un sirle, un turiferario, un camaleón, una úlcera, una cloa­ca, un carnaval, un juglar, un Rigoletto, un insulto, un agravio, un cabrón, un comodín, un fariseo, una cu­caracha, un estantino, un gargajo, un piojo, un homini­caco, un monigote, un payaso, una posma, un vituperio, un ultraje, un galafate, un parásito, un sayón, un esbi­rro, un sátrapa, un fronterizo, un retardado, un esqui­zoide, un traidor, un degenerado, un baldón, un lacayo, un impostor y un perro.
Sé que lo he muerto. Sé que este artículo es su tum­ba. Ahora, encima de esos adjetivos y sustantivos que lo retratan de cuerpo entero, para que le sirva de lápida pongo una capa de mierda. Y luego, a fin de que el pa­sante advierta su presencia y se descubra, si quiere, planto una cruz sobre su fosa.