Y no estoy hablando del famoso y homónimo título del escocés Stevenson, no. En unas cuantas ocasiones desde hace unos días, mi buzón, que llevaba una temporada algo alicaído como su dueño, luce una sonrisa de oreja a oreja cuando llego hasta él. Mi buzón y yo solemos hacer buenas migas, aunque a veces parece enfadarse conmigo y cuando abre su boca tan solo me sirve facturas, reclamaciones, apremios… Bueno está, que de todo tiene que haber en la viña del Señor.
Pero de un tiempo a esta parte, como digo, está como unas castañuelas: en su interior no paran de aparecer sobres enormes -como cofres del tesoro en una playa desierta- con remite desde esa isla del tesoro del título, una isla con nombre propio que ya va tomando resonancias míticas entre quienes apreciamos los libros bien editados: Siltolá. Los paquetes que encuentro en su interior más tienen hechuras de cofre que de sobres; cofres que, una vez abiertos, van mostrando sus tesoros ante el asombro de quien los contempla y los ha de disfrutar: aquí una daga florentina, allí un topacio engastado en un anillo, más allá, un collar de perlas como palabras de fuego ecuatorial…
En tres entregas diferentes, poesía, novela, fotografía, ensayo, artículos, más poesía… han ido llegando desde esa isla en el Guadalquivir hasta este lugar alejado de todo mar.
Para que veáis que no miento, el listado completo del contenido de los cofres:
En otra casa, un bellísimo libro de prosas de Antonio Moreno, y las novelas Hobo, de Juan Vico, y Por un puñado de sal, de Jorge Duarte. Los tres volúmenes en la colección Levante.
La música del aire y Será genealogía, de Juan María Calles y Elena Román respectivamente, ganador y accésit del IV Premio de Poesía Fundación Ecoem, además de Lo único que importa, de Raúl Pizarro. Los tres, en Siltolá Poesía.
Palabras con alas, de Luis Alberto de Cuenca, 5ª entrega de los Inklings de Siltolá.
De la nueva colección URBIETORBI, llega hasta los lectores Cocktails, único libro publicado por Luis Aranha, un escritor brasileño de la época de las vanguardias. Publicado en 1984, ahora es felizmente recuperado para los lectores.
En la hermosa Vela de Gavia, Poetas de la emoción [20 poetas ecuatorianos vivos].
En Anejos de Siltolá, colección especializada en libros ilustrados, Cierto ciervo que vi, de Vicente Valero (poemas) y José del Río Mons (fotografías).
En edición preparada por José Luis García Martín, e inaugurando una nueva colección dirigida por Abel Feu, las Poesías Completas de Víctor Botas.
Chaves Nogales, un volumen monográfico donde han colaborado, entre otros, autores como Andrés Trapiello, Eva Díaz Pérez, Fernando Iwasaki, Juan Bonilla, Daniel Gascón o María Isabel Cintas, seguramente la mayor especialista en la obra del periodista y repórter andaluz. La presente edición de la Feria del Libro de Sevilla está dedicada a su figura. Altamente recomendable, por lo demás. (Allí, en la Feria, y hasta este próximo domingo, podéis encontrar el fondo editorial de Siltolá en su caseta).
Y en Arrecifes, en fin, y entre tanta joya, un libro largamente anhelado desde que supe de él: Un centro fugitivo (Antología Poética 1985-2010) de Álvaro Valverde (“cosecha del 59”). Preparado por Jordi Doce, en este volumen se recogen 25 años de poesía del autor placentino. Un libro perfecto tanto para acercarse a su obra por primera vez como para disfrutar con su relectura quienes ya conocíamos la obra de Álvaro.
No puedo, ni quiero, ni sería de justicia acabar esta nota sin mencionar con todas sus letras a quien con su esfuerzo y entusiasmo está haciendo posible todo esto: el incansable editor y poeta Javier Sánchez Menéndez, paradigma de la generosidad.
La siltoliana isla del tesoro, ya digo.