domingo, 31 de agosto de 2014

Mirilla y cerradura

 

La mirilla es el indiscreto microscopio de las puertas.

*****

El ojo de la cerradura es una irresistible golosina para nuestra curiosidad.
 

sábado, 30 de agosto de 2014

El amor y la muerte


En realidad, creo que escribimos sobre el amor porque lo ignoramos todo sobre él. 
Y qué decir acerca de la muerte, de la que nadie se desmuere para darnos noticias de ella.

viernes, 29 de agosto de 2014

Damajuana



Damajuana. De color verde botella, claro, qué menos, y abultada panza redonda, recipiente de vidrio forrado de rafia o mimbre que cuando está lleno de lo que debe (léase vino), y no de otro líquido insípido o aburrido (léase agua), se convierte en deidad adorada de y por los dipsómanos.

jueves, 28 de agosto de 2014

Sarajevo


Mirad esa sangre derramada en el asfalto y sobre la conciencia de Europa, ensuciando los ojos y las manos de todos y cada uno de nosotros.

Hasta hace un rato fluía, cálida y milagrosa, dentro del cuerpo de un niño. Una bestia sin sangre la ambicionaba. La cobardía mata desde lejos, sin mirar a los ojos.

¿Preguntáis de quién es esa sangre? La respuesta es roja: nuestra. Esa sangre tiene el color de nuestra culpa.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Frutas, pájaros


Estallan de gozo y dulzor brevas y melocotones bajo el pico de los pájaros.

martes, 26 de agosto de 2014

100 años de Cortázar


Me acuerdo de que Julio Cortázar y Carol Dunlop esquivaron durante un mes a la policía francesa de tráfico en la autopista París-Marsella con el propósito de escribir un libro titulado Los Autonautas de la Cosmopista. 


lunes, 25 de agosto de 2014

Etapa reina



Para Antón Castro, que pedalea sin desmayo en la bicicleta de la literatura y los afectos.

Etapa reina


Apenas tres míseros segundos nos separaban en la clasificación para el primer puesto de la general.

Vigilándonos por el rabillo del ojo, casi codo con codo dábamos las pedaladas con el ansia del sediento que tiene a la vista el oasis salvador.

En las rampas más duras del categoría especial, él demarró creyendo que yo desfallecería.

Respondí al ataque con elegancia y tranquilidad.

Y cuando le iba a pasar y dejarle clavado en la ascensión, con un crujido terrible que me puso los pelos de punta, se me salió la cadena de golpe.

Me pegué un costalazo de padre y muy señor mío.

Su sarcástica sonrisa y su cara de culpable lo decían todo cuando se volvió para mirarme.

Claro, que no le dio mucho tiempo a celebrar el triunfo.

Cuando llegué a la meta con la bici al hombro, sin poder contener la rabia le enrollé la cadena en el cuello y esprinté con ella todo lo que pude.

Se le puso la cara del color del maillot de la montaña. 



¡Feliz cumpleaños, amigo!