Mirad esa sangre derramada en el asfalto y sobre la conciencia de Europa, ensuciando los ojos y las manos de todos y cada uno de nosotros.
Hasta
hace un rato fluía, cálida y milagrosa, dentro del cuerpo de un niño. Una
bestia sin sangre la ambicionaba. La cobardía mata desde lejos, sin mirar a los
ojos.
¿Preguntáis
de quién es esa sangre? La respuesta es roja: nuestra. Esa sangre tiene el color de nuestra culpa.
Imagen: Anne Leibovitz
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