lunes, 31 de marzo de 2014

Gardel y el "cuento del tío"


UNA INVESTIGACION CRIMINALISTICA DIO POR PRIMERA VEZ CON EL PRONTUARIO DE CARLOS GARDEL

El Pibe Carlitos
El prontuario lo sindica como “estafador por medio del cuento del tío”. Una comparación de huellas certifica que el documento es real. Los investigadores concluyen que los cambios de identidad y de lugar de nacimiento intentaban eludir los antecedentes policiales.

Por Raúl Kollmann

Una investigación criminalística revela por primera vez el prontuario real de Carlos Gardel, en el que aparece con el alias del “El pibe Carlitos” y con antecedentes de “estafador por medio del cuento del tío”. El facsímil al que accedió este diario (nadie sabe quién tiene el original) es del 18 de agosto de 1915 y se trata de un magnífico descubrimiento: Gardel había logrado, por orden del presidente Marcelo T. de Alvear, la destrucción de sus prontuarios, pero en la provincia de Buenos Aires alguien logró conservar dos: el que se conoce ahora y uno de 1904, cuando Gardel era chico y se fugó del hogar. Los forenses Raúl Torre y Juan José Fenoglio compararon las huellas digitales de 1904, las de 1915 y las de un posterior expediente de 1923, con la utilización de la tecnología más moderna que existe en el mundo, el AFIS. Se determinó así que se trata siempre de la misma persona. Y lo significativo es que en 1904, cuando lo busca su madre y no había razón para mentir, los datos filiatorios son Carlos Gardez, nacido en 1990 en Tolosa (Toulouse), Francia.

El cuento del tío
La modalidad del cuento del tío era una variante de estafa bastante habitual en aquella época. Consistía en que una persona, que ingresaba a un bar varias veces a lo largo de un par de semanas, exhibía documentación de que justo recibió una enorme herencia de un tío, por ejemplo, en Salta. Sin embargo, el problema era –según el cuentista– que no tenía dinero para viajar a esa provincia y pagarse el alojamiento. También se lo llamaba el cuento del chacarero, porque solían ser víctimas personas del interior, recién llegadas a Capital. Lo que se hacía era firmar una especie de acuerdo por el cual el cuentista cedía parte de su herencia y la víctima aportaba el dinero para el viaje, un hotel y, a veces, los gastos de abogado. Algo así como entre 1500 y 5000 pesos de la actualidad. En algunas ocasiones, el cuentista tenía un cómplice que fingía competir con la víctima por quedarse con el “negocio”. Como es obvio, al final de la historia el cuentista y su cómplice desaparecían. Desde el punto de vista legal, el delito era de estafa, como figura en el prontuario de Gardel.

 El prontuario
Torre explica que para una figura estelar como Gardel, el prontuario de estafador era fuego puro. Más en aquella época. Tal vez por eso, la identidad del cantante es una mentira permanente.
- En 1904 es Carlos Gardez, nacido en Toulouse, hijo únicamente de Berta Gardez. Es muy probable que el policía que hizo el expediente se haya equivocado poniendo una zeta en lugar de la ese, que era el verdadero apellido de Berta.
- En 1915 es Carlos Gardel, hijo de Carlos Gardel (una persona inexistente) y Berta Gardel (también inexistente, es Gardés), nacido en La Plata, una clara mentira.
- El 8 de octubre de 1923 necesitó sacar pasaporte para su gira al exterior. El coleccionista Hamlet Peluso aportó el original, incluyendo la huella digital. Para conseguir ese pasaporte, Gardel se presentó en el consulado uruguayo y dijo que era nacido en Tacuarembó en 1887, hijo de Carlos y Berta Gardel.
- En 1933, Gardel redacta su testamento, donde dice textualmente “soy francés, nacido en Toulouse el 11 de diciembre de 1890 y soy hijo de Berthe Gardés. Hago constar expresamente que mi verdadero nombre y apellido son Carlos Romualdo Gardel”.
“Tanto cambio de identidad –dice Torre– me hace pensar en lo mucho que pesó aquel prontuario de estafador.”

Rompiendo papeles
Por lo que se sabe, Gardel cantaba de muy joven en los comités conservadores de Avellaneda, uno de los centros productivos más importantes de la Argentina. “Tenía afinidad –cuenta Torre– con Juan Ruggiero, Ruggerito, matón al servicio de los conservadores. Y quien dominaba la escena era el caudillo conservador Alberto Barceló. Se cuenta que en 1922 Barceló le pide al presidente Alvear que solucione el problema del prontuario de Gardel. Y, a pedido del presidente, se rompe el prontuario que el cantante tenía en la Policía Federal. Esta fuerza le pidió igualmente el prontuario a la Bonaerense, también para romperlo, pero se ve que quedó una copia. La poetisa de tangos e investigadora Martina Iñíguez encontró hace pocos días una copia del prontuario de 1915, constituido para que Gardel sacara la cédula de identidad. Todo rastro de ese prontuario estaba perdido y ahora apareció. La Bonaerense le preguntó a la Federal si Gardel tenía antecedentes y el 18 de agosto de ese año la Policía de Buenos Aires (así se llamaba entonces) contesta en la última página que Gardel “es conocido con el apodo del Pibe Carlitos y sindicado como estafador por medio del cuento del tío”.

¿Socio?
Un dato curioso surge de buena parte de las primeras composiciones cantadas por Gardel. Su autor era Andrés Cepeda, al que le decían “el poeta de la prisión”. Es que Cepeda pasó muchísimos años de su vida preso y terminó muriendo en una pelea de guapos en el bajo porteño. Compuso numerosas letras luego cantadas por el dúo Gardel-Razzano. En los prontuarios revisados por Torre, también Cepeda figura como estafador en la modalidad de cuento del tío. Todo hace pensar que ambos compartieron correrías.
Una hipótesis es que haya compartido cárcel o detenciones en comisarías. Torre sostiene que en aquel entonces se separaba nítidamente a los delincuentes en las prisiones. Estaban los de la “pesada”, que se refería a los que cometían delitos con armas, y se los llamaba así porque portaban calibre 45, un arma muy pesada en la época. Los de la “liviana” eran los estafadores. Eso hace pensar que Cepeda y Gardel o andaban juntos en el cuento del tío o compartieron lugares de detención.

El mismo
Torre y Fenoglio compararon las huellas dactilares de la fuga del hogar de 1904; el prontuario de 1915 y el pasaporte de 1923, en los que aparece un hombre de distinta edad, distintos padres y nacido en distintos lugares. El trabajo se hizo en la Dirección General de Policía Científica y se procesó en el AFIS, Automated Fingerprints Identification System, en castellano Sistema Automático de Identificación de Huellas Digitales. Se trata de un software que convierte la huella en una figura tridimensional y hace la comparación. Es imposible encontrar dos personas con las mismas huellas digitales. La computadora sentenció que las huellas arrojaban correspondencia absoluta.
Para asegurar aún más lo investigado, Torre y Fenoglio hicieron un proceso de cotejo manual, en el cual constataron la existencia de 18 puntos característicos en todas las huellas digitales. Jurisprudencialmente sólo hacen falta 12 coincidencias para que un resultado de identidad de persona sea incuestionable.
Redondeando toda la pesquisa, los criminalistas compararon también las firmas de los prontuarios con la del testamento de 1933 y determinaron que también existe coincidencia total.

Toulouse
Más allá de otros elementos existentes, hay detalles que surgen de la gestión de los propios documentos que dejan rastros sobre el nacimiento de Gardel.
- En 1904 es la madre quien lo identifica porque se trataba de una fuga del hogar.
- En 1915, cuando dice que nació en La Plata, el jefe de la Policía de la capital bonaerense era Cristino Benavides y es quien le sale de testigo para sacar la cédula. Pero, además, da como domicilio Calle 2 número 20-13, justito frente a la Jefatura de la Policía. Todo es obviamente falso.
- En 1923, cuando saca el pasaporte, el único elemento que le aporta al consulado oriental para decir que nació en Tacuarembó son dos testigos uruguayos.
- En 1933, en su testamento ratifica que nació en Toulouse, Francia.
Se ha dicho que la falsedad en la identificación de Gardel se origina en que, al haber nacido en Francia, era desertor, porque debió combatir en la Primera Guerra Mundial. Quienes investigaron el tema sostienen que los países europeos convocaban a incorporarse a las filas a todos sus ciudadanos, pero que no hubo persecución de quienes estaban fuera de sus países. “No tenga dudas de que los cambios de identidad de Gardel tienen que ver con sus antecedentes en el delito –insiste Torres–. Cambiaba una letra, lugar de nacimiento, para que no surgiera que era el mismo que figuraba como El Pibe Carlitos, estafador por medio del cuento del tío.”

Publicado en el periódico argentino Página/12 el 12 de noviembre de 2012



Y un tango interpretado por él que siempre me ha gustado mucho: Tomo y obligo.


sábado, 29 de marzo de 2014

Milongas en Sevilla ("Tres esquinas")


Esta tarde en Sevilla, si el tiempo (el pronóstico no es especialmente favorable, hay riesgo de lluvia) y la autoridad no lo impiden (que espero que no), estaremos bailando tango, no en ninguna esquina sino en una milonga al aire libre, en la Plaza de España de la ciudad hispalense, organizada y musicalizada por Alejandra Sabena, una de las grandes de este baile porteño.
Y por la noche, milonga de gala en el Café Casino, en la Avda. María Luisa, s/n.

Me acuerdo de que una vez bailé con Alejandra Sabena en La Maleva, en Badajoz.
La cursiva quiere decir que fue ella la que en verdad bailó; yo me limitaba a intentar no pisarla, comido por los nervios, tembloroso como un flan. Espero que, si no perdonado, al menos haya olvidado mi temeridad.
 

Alejandra Sabena

Lo de “Tres esquinas” del título es porque fue el primer tango que ¿bailé? con Lali recién empezadas nuestras clases de tango, cuando apenas si sabíamos el paso básico y mínimas nociones de algunos ochos y traspiés. Pero desde entonces es muy especial para mí.

Tres esquinas (1941)

Música: Ángel D´Agostino / Alfredo Attadía
Letra: Enrique Cadícamo
Intérprete: Ángel Vargas

Yo soy del barrio de "Tres Esquinas",
viejo baluarte de un arrabal,
donde florecen como glicinas
las lindas pibas de delantal.
Donde en la noche, tibia y serena,
su antiguo aroma vuelca el malvón
y bajo el cielo de luna llena
duermen las chatas del corralón.

Soy de ese barrio de humilde rango,
yo soy el tango sentimental,
soy de ese barrio que toma mate,
bajo la sombra que da el parral.
En sus ochavas compadrié de mozo,
tiré la daga por un loco amor,
quemé en los ojos de una maleva
la ardiente ceba de mi pasión.

Donde en la noche, tibia y serena,
su antiguo aroma vuelca el malvón
y bajo el cielo de luna llena
duermen las chatas del corralón.


viernes, 28 de marzo de 2014

General


General. En todos los ejércitos del mundo, uno de los más elevados rangos en su escala jerárquica. Petulantes hasta decir basta, los sujetos encuadrados en esta categoría de la milicia gustan de hacerse notar con profusión de estrellitas y entorchados varios en hombreras, cuello y bocamangas, amén de fajines, borlas y condecoraciones, y padecen de una acusada querencia por rígidas gorras de plato, sustituidas cuando la ocasión así lo requiere por boinas, cascos y quepis.
En general, un general no genera nada útil ni de provecho; no obstante lo dicho, y de manera incomprensible, lleva adosada al cargo una, cuanto menos absurda, expresión de tratamiento de respeto para dirigirse a él so pena de arresto inmediato de los inferiores en rango bajo su mando: “Mi general”. Y no digo falsa a humo de pajas sino basándome en esa partícula monosilábica que revela posesión.
Te explico: si el general fuese tuyo, como stricto sensu la frase parece indicar, el general del general serías tú y no ese inepto con galones que se regodea y envanece chupando de nuestros impuestos mientras colecciona medallas y fajines en espera del pase a la reserva con su correspondiente y jugosa paga de jubilación.