martes, 18 de marzo de 2014

Un antiguo poema de amor


Uno de los más hermosos poemas de amor que he leído nunca lo descubrí en una pequeña plaquette que Manuel Altolaguirre publicó durante su estancia en París en 1931 cuando el autor contaba con apenas 25 años.

Dentro de su brevedad, de su levedad, en esos pocos versos escritos ya hace más de ochenta años encuentro más hondura y emoción de la que me siento incapaz de hallar en tantos otros más afamados y pretenciosos.

Es el tercero -al mediodía (despierto del todo)- de los cuatro que conforman el poema unitario El día.

Lo copio aquí tal como fue publicado en edición facsímil por Ediciones Norba 1004 de Cáceres en 1988 a partir de los originales propiedad de Juan Manuel Rozas, escritor y crítico, catedrático de Literatura y posteriormente decano de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Extremadura desde su llegada a Cáceres hasta su muerte en 1986, y cuyo magisterio e influencia fue indudable en los frutos de una magnífica hornada de poetas extremeños que estudiaron bajo su tutela.

Junto a otros dos de esos poemas parisinos -Un verso para una amiga y Amor-, la edición estuvo a cargo de José Luis Bernal, que fue quien me la regaló.

al mediodía (despierto del todo)

Bendigo las articulaciones de mis manos
que no son como pezuñas
porque pueden acariciarte.

Y la piel tan fina de mis labios
porque mi sangre está mas cerca de la tuya
cuando te beso.

Y bendigo tu pelo largo
porque cuando lo levanto como un ala
tu cuello es mas sensible a mis alientos
y más suave descansa sobre mi brazo
durante los largos reposos.

Manuel Altolaguirre
 


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