"Estamos
hechos de palabras. Cuando nacemos alguien nos pone nombre y ya somos Verbo
para siempre. Otra cosa es que tengamos cara de llamarnos de otra forma y
vayamos por la vida con el paso cambiado. Nombrar no es fácil. Vivir, tampoco.
Menos mal que existen las jóvenes promesas de la enseñanza, los dobladores de
películas porno, los becarios que aprenden idiomas en manuales de otro siglo,
los cantantes que inventan en inglés, los toreros que eligen nombre equivocado
y las trapecistas adúlteras. Menos mal que los cuentos ponen orden en un mundo
donde la traducción simultánea no es lo que parece, las monjas rezan nombres de
frutas y el desamor teclea en vano el estribillo de siempre. Benditos cuentos.
Si no fuera por ellos, que nacen de lo que callamos, seríamos reglas sin
excepción alguna, y vagaríamos mudos y aburridos por el áspero sendero de la
gramática".
Solamente con esta nota
editorial acerca del libro -Tecleo en
vano, de Pilar Galán, publicado por de la luna libros)- ya dan ganas de
leerlo, no me digáis que no. Pero es que a mí, que conozco a Pilar de antiguo, lector
suyo desde siempre, ni siquiera me hace falta -de hecho, aún no lo he leído aunque la impaciencia me mata- para
deciros que vais a encontrar en sus páginas la sutileza y el rigor de una
escritora de raza que, libro tras libro, ya ha dado más que sobradas muestras
de su talento literario. Su absoluto dominio del lenguaje, su humor socarrón
pero nunca ofensivo, su fecunda inventiva de tipos e historias jamás defraudan.
Lo único que lamento es no poder estar presente en esa fiesta de las palabras.
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