¿Es nuevo? No, lavado con Perlán.
Eso, eso… Chocolates Hueso.
Una de las leyendas más encantadoras que escuché en Anad concernía al origen y naturaleza de los vientos, y se lo oí contar a un guía en uno de los múltiples descansos que su pereza le imponía, entre sorbos de vino y comentarios soeces que contrastaban vivamente con lo que allí se narraba. Según la leyendo, no había existido viento sobre la tierra hasta que un día una golondrina emprendió el vuelo y hendió el aire con sus alas, dejando un rastro de perfección inimitable. El aire, herido y orgulloso, quiso imitarla, y echó a volar en su busca, persiguiéndola en vano, copiando su más mínimo gesto, cada nimio detalle de su cuerpo. Una tras otra, las golondrinas emprendieron el vuelo, y allí estaba el aire, dispuesto a seguirlas, dispuesto a imitarlas sin más audiencia que la mudez del cielo. Hasta que un día las golondrinas decidieron descansar, y desde su mirador en lo alto de una torre contemplaron cómo el aire, confundido y nervioso, perdido ya el rastro de su presa, volaba en todas direcciones, empujaba sombras y cuerpos, entraba en cada pequeño resquicio negado a la luz y a los pájaros.
Jordi Doce
(La miel, 1981)
Me acuerdo de que el león de la Metro sobrevivió a un accidente de aviación durante un viaje promocional. Cuando tuve noticia del suceso no pude evitar pensar lo de “Siete vidas tiene un gato”.
Me acuerdo de que el Capitán Cook, aquel osado marino avanzadilla del Imperio Británico en los mares del Sur, fue descuartizado por los caníbales.
Me acuerdo de haber podido leer a Kafka gracias a la deslealtad de su amigo Max.
Intérprete. Individuo experto en alguna, o varias, de las múltiples lenguas e idiomas que los sujetos comunes somos incapaces de hablar o entender.
Lleva adosado al título el estigma de ser objeto permanente de desconfianza por parte de sus interlocutores, pues, al ignorar lo que traduce, nunca podemos estar seguros de si lo que transmite en nuestro nombre o nos traslada en nombre de otro es en verdad aquello que hemos dicho tanto uno como otro.
Su mayor aspiración es conseguir un
empleo bien remunerado en algún organismo supranacional.
En los terrenos teatral, cinematográfico
y televisivo, aquellos que dicen ser actrices o actores.
En literatura, traductor, último y peor
pagado eslabón de la cadena.
(La miel, 1981)
Yo siempre había pensado que aquello era
una leyenda urbana.
-Bah, eso son cuentos chinos -respondía
incrédulo y mordaz cuando los colegas me decían que sí, que sí, que aquello era
para verlo.
-Créetelo -insistían.
Como santo Tomás, hasta que no lo vi con
mis ojos y lo sufrí en mis propias carnes no me lo creí del todo. Un día tras
otro me dejaba una fortuna en la tragaperras y el que se llevaba la pasta era
el chino cuando yo, harto de perder y cabreao
como un chino, nunca mejor dicho, me alejaba de la máquina maldiciendo mi mala
suerte y cagándome en los muertos pasados, presentes y futuros del cálculo de
probabilidades.
Entonces el fulano aquel, que había
esperado horas al final de la barra mareando la copa con esa paciencia oriental
tan ponderada por los insulsos (la paciencia… pues como todo, según cómo y con
quién), se acercaba despacioso a la máquina con esa sonrisilla cargante que
tienen todos los amarillos y a la segunda o tercera jugada, clinc, clinc,
clinc, clinc, el premio especial, las monedas cayendo en cascada en la bandeja
metálica, la puta musiquilla sonando burlona en mis oídos, toda la peña de la
barra mirándome con conmiseración y algunos hasta con desprecio.
Mucha casualidad lo del chino, ¿no?
No tuve paciencia para esperar a que me
lo hiciera otra vez.
(De, "Hasta que la muerte nos separe", Eolas Ediciones, 2021)