sábado, 5 de noviembre de 2022

Golondrina del viento

 


Una de las leyendas más encantadoras que escuché en Anad concernía al origen y naturaleza de los vientos, y se lo oí contar a un guía en uno de los múltiples descansos que su pereza le imponía, entre sorbos de vino y comentarios soeces que contrastaban vivamente con lo que allí se narraba. Según la leyendo, no había existido viento sobre la tierra hasta que un día una golondrina emprendió el vuelo y hendió el aire con sus alas, dejando un rastro de perfección inimitable. El aire, herido y orgulloso, quiso imitarla, y echó a volar en su busca, persiguiéndola en vano, copiando su más mínimo gesto, cada nimio detalle de su cuerpo. Una tras otra, las golondrinas emprendieron el vuelo, y allí estaba el aire, dispuesto a seguirlas, dispuesto a imitarlas sin más audiencia que la mudez del cielo. Hasta que un día las golondrinas decidieron descansar, y desde su mirador en lo alto de una torre contemplaron cómo el aire, confundido y nervioso, perdido ya el rastro de su presa, volaba en todas direcciones, empujaba sombras y cuerpos, entraba en cada pequeño resquicio negado a la luz y a los pájaros.

Jordi Doce

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