domingo, 31 de julio de 2011

Estreno


Para Al Capone y John Dillinger

Los pillé con la guardia baja en plena timba de póquer en su garito, entre el humazo del tabaco y algunas botellas de whisky vacías rodando por el suelo.

La banda al completo.

Buena ocasión para estrenar la metralleta.

Funciona estupendamente.



Imagen: Weegee

sábado, 30 de julio de 2011

Programa para hoy (Serenata bucólica)



Diana floreada con gallo al fondo y vacas mugiendo.

Coro de perros, opus 28.

Concierto de chicharra y pájaros en sol mayor.

Zarabanda de golondrinas y vencejos.

Danza de murciélagos.

Suite nocturna para mochuelo, cuatro grillos y una rana.

Bis: Solo de lechuza.

2º bis: Repique de cigüeñas.



viernes, 29 de julio de 2011

Dichos de Luder 4 (J.R.Ribeyro)



16 -Por favor- dice Luder a su criada-. Deja entrar a quien sea, menos a sociólogos barbudos que están haciendo una tesis sobre "El Escritor y su tiempo".


17 Le reprochan a Luder separarse de una amiga que lo atormenta.
-No puedo. A fuerza de padecerlo, nuestro infierno personal se nos vuelve imprescindible.


18 -¿A qué te dedicas ahora? - le preguntan a Luder.
-Estoy inventando una nueva lengua.
-¿Puedes darnos algunos ejemplos?
-Sí: dolor, soñar, libre, amistad...
-¡Pero esas palabras ya existen!
-Claro, pero ustedes ignoran su significado.


19 Le hacen notar a Luder que nunca ha manifestado celo ni envidia por el triunfo de sus colegas.
-Es verdad. Eso les puede dar una idea de la magnitud de mi soberbia.


20 -¡No te des tanta prisa!- le reprocha Luder a un amigo que tiene la costumbre de andar siempre muy rápido. De todas maneras, vas a llegar puntualmente a la hora de la cita que tienes concertada con la muerte.

jueves, 28 de julio de 2011

Romance (o así) de la maleta


(Poema, o así, erótico-festivo)
¿Dónde he puesto la maleta,
donde estará? Ay, qué coño.
Ya voy estando hasta el moño
de bragas y camisetas.

Ah, mírala la hideputa,
escondida en el rincón:
ven con papá, corazón,
que no sé de qué tienes miedo;
si vamos a hacer la ruta.

Tienes razón, ya lo sé;
yo tampoco tengo ganas:
pero a ver quién le dice a la Irene
que nos quedamos en casa
con la ilusión que ella tiene.

Si se ha comprao unos trapillos,
más bonitos que la leche.
Déjame que me aproveche,
que voy a ver si la pillo.

Y tanta ropa ¿pa qué?
¿Pa qué quieres tanta muda
si estás más guapa desnuda?
Desnuda es que estás fetén.

Pues pensando en el viaje
que hay hasta estas montunas,
se me ocurrió la tontuna
de echar en la maleta un traje.

¿Pa qué lo eché? No lo sé;
Si no me lo pongo nunca:
me hace la figura trunca,
estoy seguro, doy fe.

Y que siempre falta algo
en la jodida valija:
o algo para las hijas
o algo para este hidalgo.

En cuanto a ella, no falla:
si no es un sujetador,
-el que le queda mejor-,
siempre mete una toalla.

¿Y pa qué querrá la toalla
si en los sitios donde vamos,
sea invierno, sea verano,
ese trapo nunca falla.

¿Has echao el desodorante,
los cepillos, las pastillas…?
Que sí, que hoy no me pillas
como me pillaste antes.

¿Has cogido los billetes,
los carnés y las tarjetas?
Que sí, no me seas paleta,
ni me pongas en un brete.

Y de ella ya no hablemos:
porque no sabes tú bien
lo que es estar ten con ten;
si parecemos dos memos:

ahora, ponte el calzoncillo,
ahora, ven, que te lo quito,
huy, qué pito más bonito,
ven con mamita, amorcillo.

Pues anda que tú, gacela:
no te pongas ese tanga
que se me enciende la alarma
y se me prende la vela.

Que no te lo pongas, que no,
que vamos a echar más tiempo
en largarnos de la casa
que en llegar hasta el hotel,
y luego, a saber qué pasa.

Pero ya que te lo has puesto
y la cosa está que arde,
antes de que sea más tarde
vamos a regar el tiesto.

Con lo suyo no hay error:
ella venga a echar vestidos,
blusas, pendientes, collares,
zapatitos de tacón.

Tú guardas los dos cositas
que te hacen ilusión:
tu sombrero, tu bastón
y otra cosita riquita.

Pero llegas al destino,
bajas las cosas del coche
y sea de día, sea de noche,
se produce el desatino.

Parece cosa de brujos:
porque tú abres las maleta
y apartas las camisetas,
con toa la ilusión del mundo.
Mas no hay ná que hacer, Facundo:
ya no encuentras el orujo.

¿Que habrá pasao, me pregunto,
pa que el rico destilado,
se me haya extraviado
si yo no he abierto el bulto?

No te lo tomes a mal,
pero Irenita, cariño,
¿no habrás visto tú a mi niño?;
es que lo echo a faltar.

A mí no me metas rollos:
eso era cosa tuya.
Y no me des más la bulla,
que no está el horno pa bollos.

Vaya mierda habitación.
Mira que baño, mira.
¿Pero has visto esas cortinas?
¿Y esto es a tó confort?

Nos han engañao, Facundo:
En internet, mu bonito,
vistas al mar, soleadito,
la mejor vista del mundo.

¡Si hasta hay una obra
enfrente de la ventana!
Pues nos ha salío rana.
Claro, que pa lo que cobran…
Mejor nos vamos a la cama.

Pero vamos a dormir,
que yo estoy muerta de sueño:
así que ese caliqueño
que estás pensando, ni en sueños.

miércoles, 27 de julio de 2011

Llamador



Esas manos de hierro de los llamadores de las puertas tienen toda la pinta de haber cometido un crimen pasional; las de bronce, en cambio, más finas y elegantes, parecen especializadas en delitos de guante blanco.

Nadie ajeno a ti resolverá nunca tus dilemas morales.
Este es un asunto que tienes que negociar a solas contigo mismo, abriéndote en canal, sajando tus dudas y contradicciones, enfrentándote a cara de perro con tu propio espanto y cobardía.
Y tú, reconócelo, no has sido nunca lo que se dice un hábil negociante.
Ni tampoco un buen -ni siquiera mediocre- cirujano.

Me sucede en ocasiones eso que dicen les ocurre a los amputados: que sienten un dolor imposible en el lugar donde estuvo el miembro ausente, que les pica de vez en cuando el muñón que dejaron de recuerdo.
Pero, ¿cómo se rasca uno el corazón para aliviar las ausencias?

martes, 26 de julio de 2011

"María la portuguesa"


Sorpresa matinal en la Plaza: un equipo de la Radio Televisión Portuguesa está no sé si emitiendo en directo o grabando un programa, y la casualidad hace que al pasar por allí oiga los primeros compases de una canción que me subyuga desde que la oí por primera vez: una voz femenina, limpia y bien timbrada, interpreta el precioso fado de Carlos Cano, María la portuguesa, que el andaluz dedicó a la gran Amalia Rodrigues.

En medio del estruendo habitual de cláxones, máquinas, motores… adoradores impenitentes del dios ruido que atruenan inmisericordes la vida cotidiana de la ciudad, esa música parece suspender, o al menos atenuar, la prisa habitual de los viandantes que acertamos a pasar por allí camino de nuestros asuntos.
Atrapados por la magia, en los escasos cuatro o cinco minutos que dura la melodía, nos reunimos alrededor de música y verso más de cien personas.

Acaba la canción y, después de una salva de aplausos espontáneos y cordiales, nos dispersamos en silencio, cada uno a continuar con lo suyo.

Pero un buen rato después, como un colofón o un bis inesperado, el regalo añadido de la voz de alguien que pasa a mi lado tarareándola de nuevo.

lunes, 25 de julio de 2011

Canto I (Tonino Guerra)


Canto primero

Tenía ya setenta años cumplidos y cuatro días cuando cogí
un tren en marcha. No podía soportar ni un día más la ciudad
con todas aquellas uñas delante de la boca.

Ahora estoy aquí en mi pueblo, con mi hermano.

Está lleno de casas vacías. De mil doscientos que éramos,
sólo quedamos nueve: yo, que acabo de llegar,
la Bina, Pinela el campesino, mi hermano que está siempre
en la casa vieja, la Filomena con el hijo tonto,
y tres jubilados que están siempre sentados en la plaza
y que en sus tiempos eran zapateros.

Los demás se marcharon quién sabe adónde: a América, a Australia,
a Brasil, donde Fafín el loco iba de caza con un cuchillo
y un día mató un jaguar creyendo que era un gato.
En mil novecientos veinte un grupo de albañiles,
después de seis meses de viaje en barco mirando el mar
y el agua de un río que no acababa nunca,
llegaron por fin a la Muralla China
que se había roto por todas partes y hacía falta mano de obra.
Antes de desaparecer para siempre, el padre de la Bina
que iba con ellos mandó noticias suyas cada año
a las que luego llamaron "las cartas de la China". En la primera
preguntaba por una cabra que tenía fiebre el día que él se fue,
en la segunda contó que se había comido una culebra,
en la tercera hablaba de una mujer que le cosía los botones,
la cuarta estaba llena de garabatos como los que hacen las gallinas
en el barro, para dar a entender que se había vuelto chino
y se había olvidado de todo, hasta de las palabras.
Mis padres no se movieron nunca de casa: mi padre
vendía carbón
y mi madre llevaba las cuentas en un papel amarillo.
Como no sabía leer ni escribir hacía rayas
para los clientes flacos y círculos para los gordos.
Los números los llevaba apuntados en la cabeza y cuando pagaban
los tachaba con una cruz.

Aquí el aire es bueno y el agua va por sus cauces.
Coches no hay y los perros
están siempre tumbados en mitad de la calle.

(La miel, 1981)

Todos los poemas aparecidos bajo esta etiqueta han sido traducidos por Juan Vicente Piqueras.

domingo, 24 de julio de 2011

Fe de erratas



Un respeto

Habré pasado la mirada por ese texto (apenas un cuarteto asimétrico) decenas de veces. Lo habré leído otras tantas. Y no sólo yo. Al menos otro puñado de personas lo ha hecho también sin darse cuenta tampoco.
Y ahí está, ufana y condescendiente, bien a la vista, negro sobre blanco, su majestad la errata.
Qué se le va a hacer; a veces pienso que está bien aunque sólo sea por su terquedad en aparecer una y otra vez en los lugares más insospechados. Y se merece un respeto, la amnistía del autor y el corrector de pruebas, la aquiescencia del lector.
El instinto de conservación es una cosa seria.
A ver si la llamamos así (errata) en honor a sus parientes roedoras habitantes de las cloacas, supervivientes natas en un mundo hostil.

El poema del que hablo se llama Frontera. La errata tozuda es la siguiente (y en el primer verso, para más inri): “Triste como el que el más…”.


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Corrección

Hay veces en las que, como una errata evidente en el texto, esa que casi duele en los ojos, no tengo más remedio que corregirme de un plumazo.

sábado, 23 de julio de 2011

José Viñals hablando con extraños



José Viñals cumple hoy 81 años; a pesar, o por encima, de haber muerto hace más de año y medio. Porque los grandes poetas no mueren; no los poetas como José Viñals, que amaron tanto la vida con sus luces y sus sombras, con su dolor y su esperanza, con su mirada sobre las cosas que le rodeaban.

En 2006, Viñals dio a la imprenta He amado (
La Poesía, señor hidalgo), un volumen de cerca de 600 páginas donde reunía 11 libros de poemas dedicados a otros tantos amigos.
De uno de esos libros, Hablar con extraños (dedicado a Jorge Riechmann), son los textos que transcribo a continuación. Textos recogidos por él en viajes y conversaciones con gente de lo más variada y dispar. Poesía a pie de calle, en la barra de un bar, junto a la cama de un hospital, en una estación de tren.


5 Las serpientes no ponen huevos. ¿Cuántas veces se lo tengo que decir? ¡Mire que es burro usted! Hay pájaros comedidos que sí ponen huevos en los nidales de serpiente. Yo conozco tres clases de pájaros hueveros: el Cacholote, el Cuervo Siciliano y el mal llamado Pájaro de su Puta Madre. Es negro y verde oscuro y tiene muy mal olor. Es brasileño, de la selva, y no sabe vivir en jaula. Su Puta madre, sí señor, su Puta Madre. Canta que es un primor.

(Conversación filosófica en un boliche de Córdoba, Argentina)

8 ¿Es usted español? Yo, en vuestra guerra civil, en Teruel, maté a tres españoles. Y dos más que se me escaparon por los pelos. Eran unos muchachos de no más de 20 años. Los españoles son muy fáciles de matar.

(En París, en un barecillo de la Rue de Belleville, en 1980)

12 No me gustan los poetas y menos los que tienen prejuicios contra el ordenador. Por su edad me imagino que usted debe ser uno de ellos, así que por mí se puede ir al quinto pino. Con todo respeto se lo digo porque ya me he enterado que usted está de paso por Mérida.

(En un bar emeritense donde bebíamos Elías Moro, Javier Fernández, Luisa Ortés y yo mismo)

viernes, 22 de julio de 2011

Estado


Estado. Concepto político para definir un ente abstracto, en razón del cual algunos ganapanes desalmados se pasan por el forro nuestros derechos ciudadanos y los códigos más elementales de la decencia y la honradez.
Es costumbre antigua y socorrida el aludir estar a su servicio y cumplir órdenes para esquivar todo tipo de responsabilidad, tanto civil como penal, derivada de las barbaridades cometidas por los tales sujetos en el ejercicio de la función pública y la adecuada atención a quienes les pagan y soportan.

jueves, 21 de julio de 2011

Sin remedio



Se embrutecen sin remedio las sociedades donde van desapareciendo a marchas forzadas esos oficios de siempre (barbero, limpiabotas, sastre…) en los que la conversación sosegada con el cliente era parte implícita del trato.


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El elogio se topa con la vanidad y de semejante encuentro, ¿qué sale?
Sí, efectivamente: estupidez.

miércoles, 20 de julio de 2011

"Viaje a Vasconcelos"


En otro hermoso gesto como a los que ya nos tiene acostumbrados, Jesús Marchamalo acaba de publicar -en edición limitada para los amigos (Germán Úcar, Pamplona)-, "Viaje a Vasconcelos" (Consideraciones sobre la lectura, los libros y el arte de fumar).

Me avisó hace un tiempo que tenía una sorpresa para mí, para nosotros, y ha cumplido su palabra con creces: ese hermoso gesto del que hablaba no es otro que el de dedicarnos ese entrañable volumen a Antón Castro -otro magnífico escritor y amigo- y a mí.

Según la dedicatoria, a mí, porque fumo; y a Antón, porque no.

No se pueden pedir mejores compinches.

Gracias, Jesús, por este espléndido regalo.





Las imágenes también son suyas.

martes, 19 de julio de 2011

Tres aforismos

 
En la rama de mis defectos apunta, tímida y friolenta, la yema de una virtud.

Soy un profesional de las equivocaciones.


La mediocridad, ese melanoma incurable en la epidermis del género humano.

lunes, 18 de julio de 2011

Al rojo vivo


Hay perros que, en su desesperación y miedo, parecen lanzar sus ladridos al rojo vivo.

domingo, 17 de julio de 2011

Licántropo


Licántropo. Fanático seguidor antropomorfo que lleva a sus últimas, literales, y sangrientas consecuencias, el antiguo y acertado axioma filosófico que afirma que "el hombre es un lobo para el hombre".

Homo hominis lupus (Plauto dixit).

sábado, 16 de julio de 2011

Antigualla


Curiosa expresión ésa de “alivio de luto”, ya en franco desuso en estos tiempos, tanto la expresión en sí como lo que ésta indica. Tengo entendido que todavía, en algunos lugares nuestro país, se mantiene a duras penas tan arcaica manifestación de duelo y que consistía en vestir de negro riguroso durante meses o años para honrar a los muertos de la familia y divulgar el sufrimiento por la pérdida, sobre todo por parte de las mujeres.
Con esa fúnebre vestimenta encima, las viudas tempranamente maduras o las solteras “en edad de merecer” enviaban a los varones una señal inequívoca de “no disponibilidad”.
Los hombres se apañaban con una cinta negra en la manga de la chaqueta o un botón forrado con tela del mismo color en la solapa como muestra de respeto hacia el difunto.
El “alivio de luto” femenino consistía en cambiar, meses o años después, y según el grado de parentesco con el finado, ese negro riguroso y seco por una limitada paleta de colores en los vestidos: un gris marengo, un azul marino, un marrón oscuro, un violeta apagado…
Y ya se podía intentar un acercamiento a esas mujeres aunque, todo hay que decirlo, con pocas, cuando no nulas, posibilidades de éxito.

viernes, 15 de julio de 2011

El estúpido


Tenía la mirada y la palabra exactamente iguales que las rayas del pantalón: lisas, rectas, cortantes.
Y de ambas cosas se vanagloriaba, el muy estúpido.

jueves, 14 de julio de 2011

Colombo RIP


Un puro maloliente y mordisqueado, una gabardina pringosa que parecía encontrada en un vertedero, un coche pura chatarra, la mirada inconcreta e inquisidora, una placa de poli…

Y esa técnica manida -tan efectiva, sin embargo- de preguntar de improviso y como quien no quiere la cosa, justo antes de abandonar la casa o el escenario del crimen, para pillar en un renuncio al sospechoso y que se delatara él solito como un pardillo con sus titubeos y contradicciones.
(Ahí ya intuíamos todos quien podría ser el más que posible culpable).

Los criminales están de fiesta.

Colombo ha muerto.

martes, 12 de julio de 2011

Laurent Tailhade


Laurent Tailhade, poeta simbolista, anarquista y crítico gastronómico francés.

Fue víctima fortuita de un atentado de su mismo signo político mientras comía en un restaurante parisino desarrollando su trabajo, y de resultas del cual quedó tuerto.

La bomba que lo desfiguró estaba en una de las macetas que decoraban el comedor, con la mecha que la hizo explotar disimulada como si fuera una rama de la planta.

A pesar de la mutilación infligida por sus compinches, no renegó de su credo.

Soneto
Aunque esté roto como las fragatas
Que el Océano deja en los bravos arrecifes,
He guardado el tesoro de mis bellos sueños azules
Y cofres adornados de ágatas y perlas.

Remonto a veces el río nebuloso
De la infancia, bordeado de flores delicadas
Y veo pasar las prendas escarlatas
De los ángeles huidos en los fabulosos cielos.

Los jardines rebosan de danzantes desmayados,
Las rosas mueren, perfumadas, en el vino,
Los besos tienen alas y riendo pasan:

Por los setos suben sonidos de lira,
Sobre la fiesta presa de delirio
La estrella Poesía renace en el Oriente.

(De El jardín de los sueños, 1880)
Traducción de Manuel Martínez Forega

lunes, 11 de julio de 2011

Nunca estamos contentos


El dromedario tenía complejo de inferioridad con respecto a su pariente el camello -siempre tuvo envidia de las dos jorobas de su primo-, sin sospechar que éste se las hubiese cambiado por la suya con los ojos cerrados para ahorrarse el sobrepeso.


domingo, 10 de julio de 2011

Corte de pelo (5) "007"


Las ausencias, cada vez más frecuentes y prolongadas del Benito, fueron tomando en mi barrio, gracias al secretismo del que estaban rodeadas, cariz de asunto de estado.
En tabernas, colmaos, corrillos… los clandestinos y oscuros viajes del “peluca” eran el tema estrella, y casi único, de conversación.
¿¡Pero qué coño es eso de guardar secretos!? ¿¡Pero quién se ha creído que es el Benito este!? Hay que averiguar qué es lo que se trae entre manos, pero ya mismito -cacareaban casi a voz en grito en bares y tabernas, animados por el tintorro y el coñac de garrafón, los fanáticos de lo que no les importa, los indagadores puñeteros de lo ajeno, los metomentodos de pacotilla.

Las hipótesis alrededor del tema eran cada vez más delirantes: que si era un nazi fugado de la justicia internacional y camuflado por el régimen; que si un espía durmiente a la espera de órdenes en clave para actuar en favor de alguna potencia extranjera; que si un sacerdote excomulgado por abjurar de su fe, desencantado de la curia y sus secuaces con sotana; que si un "camisa vieja" caído en desgracia por su malsana afición a los impúberes y las apuestas ilegales...
Si hiciéramos caso a estas majaderías, la peluquería, y los canarios, no serían más que una hábil tapadera para vaya usted a saber qué siniestros, sombríos y aun ilícitos propósitos.
Pero el caso es que tú veías al Benito en la taberna del Sebas tomándose su copazo de "Fundador" o su chato de vino peleón o sus quintos de cerveza (que el tío trasegaba como un cosaco en campaña de invierno, sin hacer distingos), con aquella boina perenne encasquetada hasta las orejas, hurgándose con el palillo los restos de los altramuces o morcilla, el cigarrito "Ideales" pegado en la comisura, riendo algún chiste guarro o cantando las cuarenta con escándalo de nudillos, y de espía tenía más bien poco, qué quieres que te diga, no le pegaba. Que no era James Bond, vamos. Ni siquiera, y bajando un mucho el listón en la escala de los pomposamente denominados Servicios de Inteligencia, algún cantamañanas de los de la “la secreta”. Que de lo de secreta también habría mucho que hablar, porque aunque ellos se creían muy astutos y muy listos, se les veía venir a la legua.

La prueba más evidente de todo esto era la Reme, su partenaire en la película que nos habíamos montado entre todos. La Reme era la antítesis total de las chicas de toma pan y moja que salían en las pelis de “007”, ese tenorio estirado con licencia para matar “al servicio de Su Majestad”.
La Reme, digámoslo claro de una vez, era la vacuna más eficaz contra la lujuria y el desenfreno carnal. Ya hemos dicho que se afeitaba el bigote con navaja, que tiene mandanga la cosa; si a eso le sumamos su estatura ligeramente superior a una mesa camilla, una más que aparente joroba adornándole graciosamente la espalda por la parte de la diestra, y una cojera de regular para arriba, pues ya me dirás tú si no se te caen con todo el equipo semejantes hipótesis de elegancia, sensualidad y sofisticación británicas.
Si acaso, y por buscar algún remoto e improbable parecido, la Reme podía competir con esas chicas de las pelis en las tetas. Las tetas, sí; las tetas de la peluquera consorte, incluso con ese desplome ya aludido eran, para qué os voy a mentir, de película, de campeonato, de diploma olímpico por lo menos, que no había otras en el barrio ni parecidas.
La Reme, una tía de pelo en pecho (que parecía un legionario retirado con esa cara de vinagre que se gastaba), era de pocas palabras, ya se ha dado a entender. Poseía, sin embargo, un lenguaje de gestos propio, una comunicación no verbal exlusiva que más pronto que tarde, y por la cuenta que nos traía, era conveniente aprender a descifrar. Sabido es de antiguo la mano larga y la mala leche que se gastan los rengos, ya no entro en detalles si encima es mujer y contrahecha: como la vieras, en un alarde de glamour patrio, rascarse el moño con la aguja del ganchillo o pinzarse las sienes con pulgar y corazón ya podías echar a correr: y si se frotaba la nariz con el puño, repetida y mecánicamente, era factible deducir que el Benito no había cumplido esa noche como se debe con el rico ayuntamiento carnal y que el horno de la Reme no estaba para muchos bollos:
era echarle la vista encima y sorprenderla en alguno de estos tics, u otros similares e igual de fastidiosos, y los chaveas del barrio, sicólogos diplomados con sobresaliente y hasta matrícula de honor
en la terapia del guantazo y el sopapo, duchos en interpretar tan sutiles matices de la conducta femenina, nos quitábamos del medio a escape por lo que pudiera acontecer. Que no sería nada bueno, tenedlo por seguro, ya os lo digo yo.

Cuando me marché del barrio, hace ya más de tres décadas, el misterio seguía sin resolver: como la maldición de la tumba de Tutankamon, la exacta filiación de Jack el Destripador o el enigma del triángulo de las Bermudas, las cíclicas desapariciones del Benito no habían sido explicadas todavía de manera convincente para los paisanos. Y hasta donde se me alcanza, la incógnita sigue vivita y coleando, porque cuando he vuelto por allí y he preguntado por cómo acabó aquello a los pocos supervivientes que quedan de entonces y lo vivieron en primera persona, un silencio decepcionante y descorazonador ha sido la más rotunda de las respuestas.  

sábado, 9 de julio de 2011

La maleta (¿Greguería?)



En la habitación de hotel, la maleta nunca sabe bien si es que acaba de llegar, o está a punto de marcharse de nuevo.

viernes, 8 de julio de 2011

Oído por ahí



“Beber cerveza sin alcohol es como tocar teta con un guante de boxeo.

Y pa eso, pues no”.


jueves, 7 de julio de 2011

Onanismo


Leo, no sé dónde, uno de esos extravagantes estudios que tanto escepticismo y estupor nos causan las más de las veces, en el que se afirma que la masturbación, practicada con una cierta insistencia y gusto, previene el cáncer de próstata, y aun del recto.
¡Hombre, por fin una buena noticia, que ya era hora!

Pues nada, por una vez, y sin que sirva de precedente, hagamos caso a la ciencia y pongámonos sin demora “manos a la obra” con la medida preventiva.
Siempre será mejor esto, digo yo, que la desagradable consulta con el urólogo o el proctólogo, que casi nunca conduce a nada bueno.
Por no hablar de lo que tienen de humillantes algunas de las posturas que hay que adoptar con vistas a establecer el diagnóstico.

Ahora, a esperar que las Autoridades Sanitarias (¡cómo les gustan las mayúsculas!) se den por enteradas del espectacular avance científico e inicien la pertinente campaña en los medios, “de cara a educar a la ciudadanía en las ventajas de la prevención en materia de salud”, como diría, con esa retórica cargante y nefasta que acostumbra utilizar, repleta en muchas ocasiones de eufemismos cercanos al delito, algún ministerial gabinete de prensa.
Con un par.

Aunque mucho me temo que al no explicitar también el onanismo como beneficioso frente al cáncer de vagina, las feministas más lerdas, en estrecha y tácita alianza con los católicos más recalcitrantes y ultramontanos, se pondrán en contra, todas a una.

El caso, como siempre, es joderla.

Imagen: René Maltête

miércoles, 6 de julio de 2011

Cortázar, Marchamalo y los libros


Dos razones, a cual más poderosas, para que quienes pasan el estío en las calles de Madrid -y también los que no, pero quieran también pasar un buen rato entre libros que merecen la pena- dirijan sus pasos esta tarde, a las 20:30 horas, poco más o menos, a la librería Tipos Infames, C/ San Joaquín 3:

1. Conocer personalmente a Jesús Marchamalo, un tipo estupendo -tanto como escritor- con propiedades salutíferas. Y sé de lo que hablo: a mí me alivió sobremanera una gastroenteritis el día que lo conocí, con la magia de su conversación adobada de risas e instantánea complicidad.

2. Haceros con un ejemplar de ese Cortázar y los libros (Fórcola Ediciones) recién salido de su pluma, y que hoy se "pone de largo" y se "presenta en sociedad", como antes se decía de las chicas casaderas. Cosa que yo haré en cuanto pueda. Conseguir el libro, digo, no casarme, que ya lo estoy.
Y tampoco es cuestión de incurrir en bigamia, que me he enterado de que es un delito.

A buen seguro que, como en sus anteriores entregas dadas a la imprenta -desde Bocadillos de delfín, (anuncios y vida cotidiana en la posguerra española) hasta Tocar los libros, pasando por La tienda de palabras, Las bibliotecas perdidas, 39 escritores y medio o No hay adverbio que te venga bien, entre otros-, ningún lector saldrá defraudado de la lectura de este libro, sino todo lo contrario.

Un libro que por lo que sé de él sin haberlo leído aún es un paseo que Jesús, entre pasmado y curioso, entre impertinente y enamorado, se ha permitido por la biblioteca personal del gran autor argentino, depositada por su viuda, Aurora Bernárdez, en la Fundación Juan March.


Conferenciante, articulista, divulgador, gestor cultural, Jesús, a la vista está por estos títulos, es un enamorado de los libros y la palabra, de los escritores y las bibliotecas.
Y toda su obra literaria y periodística es un hermoso y fiel reflejo de esa pasión que cultiva con talento.

Lo de las “propiedades salutíferas” lo dejo un poco en reserva; porque es evidente que él mismo es un “enfermo” de la letra impresa.
Y como el médico que se trata a sí mismo de alguna dolencia, la cura se presenta cuando menos complicada.

También tiene no poco estilo con un arco entre las manos.




Imagen Jesús Marchamalo: Karina Beltrán

martes, 5 de julio de 2011

Camba


Me pregunta alguien a quien apenas conozco (omito el nombre del artista, que no importa, mas no se me olvidará su cara de pasmarote), y que parece saber de mi gusto y pasión por la lectura, qué estoy leyendo ahora:
-A Julio Camba -respondo.
-Camba, Camba… -murmura pensativo el tipo con los ojos vueltos hacia arriba y la mano en el mentón como sujetando sus profundos pensamientos, no se le fuera a caer la cabeza con el peso de la, a lo que se ve, desacostumbrada reflexión.
Permanece así un buen rato, absorto en su rumia interna (casi se oye el engranaje de sus sesos esforzándose dentro del cráneo en busca de una respuesta, casi se ve humo saliendo de su cabeza).
-El caso es que me suena mucho, no te vayas a creer. ¡Ah, sí, hombre, Julio Camba, claro, ya caigo, joder: es cojonudo el tío! -dice al cabo, entusiasta y feliz con el hallazgo-: ¿Ése no salía en una serie?
Patidifuso ante la insólita respuesta no sé ni siquiera qué contestar ante tamaño despropósito. De modo que guardo silencio (cualquiera se pone ahora a razonar con semejante tarugo) con una cara de funeral que tendría que haberle hecho sospechar que algo no cuadraba. Pero ni por esas.
Para ver de arreglar el entuerto ("Enseñar al que no sabe" nos dicen las Escrituras) estoy por regalarle el libro del gallego que llevo en la mochila -Sobre casi todo -en una vieja edición de la "Colección Austral" con vistas a sacarle de su error y, de paso, salir del paso lo más airoso posible, pero recapacito a tiempo y me digo que mejor no, que lo más probable, visto lo que acabo de oír de mi interlocutor, es que lo utilizara para calzar alguna mesa tocinera que cojea o encender con él la barbacoa para asar unos pestorejos.
Y allí que lo dejo con la palabra en la boca, con su convicción intacta, a buen seguro que felicitándose por su perspicacia y acierto, satisfecho por haberme dejado mudo de asombro.
El que calla, otorga, habrá pensado el memo.



lunes, 4 de julio de 2011

Tres


Para caer preso del asco, del horror más espantoso, no hace falta que te suceda a ti o a los tuyos algo terrible o macabro: basta con que abras el periódico, veas los telediarios, escuches los noticieros de la radio a las horas en punto.
O que conozcas un poco mejor a tus vecinos, esas personas normales con las que te cruzas a diario en la escalera o el portal y a las que saludas con una sonrisa inocente, ignorante del todo acerca de lo que serían capaces de hacerte en un momento dado.

Cuando alguien que no eres tú ordena tu biblioteca, el caos suele reinar en los estantes. Pero es que aunque seas tú quien lo haga, y por mucha voluntad y empeño que pongas en la tarea, al poco te encuentras más de lo mismo: confusión y mezcla.
Y es que los libros -¡menudos son ellos!- no se someten fácilmente a nuestros dictados y caprichos.
Afortunadamente, añado.

El tiempo, como un mafioso cruel e implacable, nos exige tributos y renuncias según va caminando a nuestro lado, pasando a nuestro través.
Pero nunca se da por satisfecho con sus cuotas diarias de heridas y sufrimiento, y siempre termina cobrándose, de una vez por todas y sin importarle perder otro cliente más -al fin y al cabo, pensará, la lista es infinita-, la deuda completa.


domingo, 3 de julio de 2011

La cucaracha (haiku)


Acabo de ver un haiku agonizando lentamente en la rampa de mi garaje.

Y me he acordado de golpe de este otro de mi amigo Jesús Aguado, en el que predijo su muerte:

Cucaracha
Con sus patitas
la cucaracha muerta
sostiene el cielo.


Este poema pertenece a un delicioso y breve bestiario -Animal Poesía-, donde Jesús recopila y selecciona textos sobre animales, en verso y prosa, de sus otros libros.

Está publicado por la Asociación Cultural Crecida de Ayamonte (Huelva).

sábado, 2 de julio de 2011

Peligros del ayuno


Después de tres semanas de casi completo ayuno, con la tez más cadavérica que de costumbre de resultas del hambre, el conde Drácula andaba desesperado.

Habitualmente más tiernos y apetecibles los cuellos de fémina que los masculinos, y aunque prefería los de las primeras, ya no podía permitirse el lujo de andarse con remilgos aristocráticos: el primer gaznate que se pusiera a tiro esa noche sería su alimento.
De un tiempo a esta parte, sus festivos revoloteos nocturnos por la comarca en busca de sustento se habían revelado totalmente infructuosos: el toque de queda impuesto por las autoridades para combatir la oleada de crímenes recientes -en gran parte por culpa suya-, con la gente temerosa y encerrada a cal y canto en sus casas a partir de las cinco de la tarde, antes de la anochecida, le estaba pasando una dolorosa factura al negarle su ración cotidiana del rojo y nutritivo néctar.
Tras otra noche en blanco al acecho de sus cada vez más escasas víctimas, resignado ya a volver al ataúd en su castillo un poco más débil y macilento, unas fuertes pisadas que se escuchaban retumbando en el silencio y la quietud de la noche acercándose de prisa por el callejón en sombra, le hicieron concebir esperanzas de lograr al fin su ansiada pitanza.
Con la capa embozándole el rostro y todos los músculos en tensión por la emoción de la caza, con el estómago gruñéndole su urgencia y casi salivando de gusto por anticipado, el conde se emboscó en un zaguán y cuando el dueño de las pisadas llegó a su altura se lanzó de lleno y por sorpresa a la yugular de su desprevenida víctima.
En el silencio espeso de la noche se oyó un fuerte crujido y, al punto, un lamento desgarrador salió de la noble garganta atravesando de parte a parte la madrugada transilvana: se había partido un colmillo al morder con todas sus fuerzas en una de las tuercas del cuello de Frankestein.
Para aguantar una jornada más no le quedó otra que chupar de su propia sangre.
Aquel aciago suceso fue el inicio de su decadencia sin remedio.