He dejao pasar un día antes de escribiros de nuevo por última vez, porque con el calentón de ayer -que todavía no se me ha pasao del tó, que conste- no estaba yo pa coger la pluma.
¡La madre que os parió, cabrones! Me la habéis liao parda, me la habéis metío doblá hasta el fondo, me habéis hundío en la miseria. Estaréis contentos.
Toa la noche sin dormir, comiéndome la uñas de los nervios, aguantándome las ganas de saltar de la cama -que he estao a puntito de mearme encima- y atacar como un cosaco borracho los paquetes de regalos, y ¿qué me encuentro por la mañana?: una bolsa de chuches del quiosco de la Paca -que va a ir directamente a la basura, desde ya os lo digo-, un plumier con regla en la tapa -una mariconá se mire por donde se mire- y lápices Alpino de seis colores na más, que ahí tampoco os habéis estirao mucho que se diga, unos zapatones pal barro más feos que pegarle a un padre con un calcetín sudao y un ladrillo dentro, un chándal del Atleti -a mala leche, no me digáis que no, que tó el mundo en el barrio sabe que soy del Rayo- y una bufanda que parece una pitón o una camisa de fuerza, que me da tres vueltas completas a tó el cuerpo.¡Ah, sí, que se me olvidaba lo mejor!: y unos calzoncillos del Pato Donald con el pico dibujao ahí mismito. Que no sé la puñetera manía que os ha entrao con mis calzoncillos -eso os lo tenéis que hacer mirar-, pero tós los años me cae alguno igual de feo.
-¡Pero qué guapo que está mi niño, pero qué guapíííísimo...! Es que me lo como con papas -repetía mi madre en un rapto de enajenación mental sin dejar de besuquearme a lo loco, que me puso pingandito de saliva, mientras me envolvía con la bufanda pa hacerme una foto de recuerdo. Sin olvidarse de darme una buena ración de pellizcos pa colorearme los mofletes. Y el mamoncete de mi hermano el chico descojonándose de mí por lo bajini (luego, vis a vis, ajustaré cuentas con él, a ver si se sigue riendo igual el enano desgraciao cuando haya acabao de zurrarle).
Me miro al espejo con el calzoncillo por encima del pantalón -al chándal pienso meterle cerilla a la primera que pueda en el descampao, eso no me lo pongo yo ni muerto-, los zapatones y la bufanda, y no sé si parezco una momia en una despedía de solteras, el muñeco ese del Michelín pasao de copas, o el primo gilipollas del Superman.
Y encima, que la joía bufanda pica de cojones: como si tuviera por dentro un puñao de avispas cabreás, que se me van a gastar las uñas de tanto rascarme.
¿Pero quién coño os ha pedío estas chorradas? ¿Es que no sabéis leer, o es que estáis piripi con tanto anís? ¿Y vosotros vais por ahí fardando de Reyes Magos? Y una mierda pinchá en un palo como el sombrero un mejicano. Otro año que no me habéis hecho ni puto caso. Ni uno, pero es que ni uno, que ya os vale, de los regalos que os pedí en la carta; que bueno, de acuerdo, que sí, que a lo mejor me he pasao una mijina poniendo cosas, pero uno cualquiera... ¿Tanto os costaba, mamones?
Pero lo que más me duele, lo que no voy a perdonaros en la vida, que lo sepáis, es lo de la Nancy. Entre tíos esto no se hace, hombre. Medio camelá que me la tenía ya a la Chelo, que estaba la muchacha ilusioná que no veas con la mierda de la muñeca. Si hasta me confesó que si se la regalaba se iba a poner unas bragas nuevecitas pa la ocasión (-No hace falta que sean nuevas ni te gastes las perras en eso, guapa, con que estén limpias me conformo -le dije yo, caballeroso y galante) Pues por vuestra culpa me he quedao otra vez sin el premio gordo.
Hace un rato, cuando iba an cá mi agüela -otra que tal, ya verás tú la castaña de regalito de la vieja, me temo lo peor-, me he cruzao con ella (estaba chupando una piruleta churretosa sentá en el umbral de su casa, expectante y ojerosa -seguro que tampoco ha dormío-) y se ha quedao casi a punto del llanto cuando me ha visto pasar de largo sin la muñeca.
Joé, machos, si es que no me habéis traío ni la Barriguitas.
No he podío ni mirarla a la cara. Conque a las bragas, ni os cuento.
Así que ya sabéis; pal año que viene, no esperéis misiva del menda: me paso al del traje rojo y los renos -a ver si se portan mejor que los camellos, por probar que no quede- como que me llamo Curro. Y no me digáis que no estabais avisaos.
Y a vosotros, y a los putos camellos, y a los pajecitos de los cojones, que os vayan dando por donde amargan los pepinos.
Hala, a Parla a mamarla.