philip roth me contó una vez el secreto de la muerte de su padre,
jorge manrique me contó una vez el secreto de la muerte de su padre,
raymond carver me contó una vez el secreto de la muerte de su padre
llovía en parís un aguacero cuando césar nos dejaba,
la palabra quinqué se asoma a la sima de agua de guillermo,
comí cebollas y moluscos con el glotón de neruda,
una infame turba entona cantos marineros en la pampa
empuñando un sable bucanero, burt lancaster
sigue burlándose de nosotros en la portada de un volumen,
el mágico mestre habla con rafael acerca de los oficios del sueño,
el rostro de lorca desaparece en cinco actos antes de que caiga el telón,
robinson crusoe interroga a calvino acerca de la autoridad y los desastres,
el exilio de hikmet sería otro poema de spoon river
cuando faulkner pasea a caballo matándose lentamente con el whisky,
los pájaros de marianne envejecen de tedio en las antillas de walcott,
cien haikus le desvelan a kafka el secreto de los cerezos,
y en los hospitales de ultramar un viejo gaviero,
el que amó a ilona bajo la lluvia,
desgrana monótono sus recuerdos de amor y guerra
mientras arden las pérdidas en otra patria,
por una extraña paradoja, con frío de vivir,
vidas minúsculas a salto de mata, animales
melancólicos caminan hacia el lugar de la derrota,
la memoria de la nieve avanza por la línea del horizonte
como una antigua cometa en las manos de los muchachos,
bajo el oscuro secreto de las cartas consulares,
el libro de los venenos sobrevuela las poéticas
siquiera en este refugio, por una oculta razón,
en todos ellos están impresas mis huellas dactilares,
uno cualquiera se acuesta conmigo todas las noches de mi vida
como un epitafio vivo y sereno
tres rosas amarillas se posan en la tumba de chejov
los perros ladran
lo demás es silencio