Supe por primera vez de la
existencia de León Molina hace apenas tres años a través del blog del poeta, novelista,
ensayista y traductor Antonio Rivero Taravillo, en una entrada en la que este hablaba
con entusiasmo -y yo diría que hasta con fervor- del libro El taller del arquero: aquella deliciosa sucesión de haikus, de
aforismos, de tankas, de animales, de lluvia y nieves; aquellas páginas,
felizmente recuperadas al completo en esta hermosa edición de La Isla de Siltolá que hoy presentamos, repletas
de sensibilidad y belleza como las alas de una mariposa o el vuelo de un
pájaro, despertaron en mí dos sensaciones enfrentadas: admiración y envidia. Por
esa manera de contar lo minúsculo, lo que aparentemente no importa, la frágil
apenas. Para eso, claro, hay que tener la mirada poética y el talento como
escritor de un poeta como León Molina, atributos que uno, ay, tanto echa de
menos en tantas ocasiones.
Esperando
a los pájaros del sur:
al leer este hermoso título de la poesía reunida por León Molina se me vino de
pronto a la memoria el de aquella novela de Caballero Bonald “Toda la noche oyeron pasar pájaros”, bellísima frase (en realidad, un
endecasílabo perfecto) anotada por el padre Bartolomé de las Casas del diario
del primer viaje de Cristóbal Colón a “esas Yndias equivocadas y malditas”, por
evocar también otro del maestro Rafael Sánchez Ferlosio.
Y me he acordado también, sobre todo gracias a algunos poemas de Llegar (Los muertos, En el bar, Lugar, A mis soledades voy...) -y esto lo digo no como un demérito ni mucho menos sino, antes al contrario, como un absoluto elogio- de La miel, ese extraordinario libro del italiano Tonino Guerra (uno de mis dioses tutelares en la poesía contemporánea), magnífico poeta amén de excelente guionista en películas tan emblemáticas como La Notte de Antonioni, Amarcord de Fellini o La noche de San Lorenzo de los hermanos Taviani.
Intuición y conocimiento, madurez
y reflexión, serenidad y temblor, asoman de continuo en estas hermosas páginas,
se aúnan de manera armónica en estos versos que son un remanso para el
espíritu, de común atribulado, del lector. Atributos
todos tan necesarios en estos tiempos que corren y a los que bien haríamos en
sacarles partido.
Esperando a los pájaros del sur he
leído este libro de asombro en asombro, observando los caminos celestes de que
se sirven en sus migraciones, atento a los heraldos que anuncian su llegada; y
han llegado hasta mí de repente, en tropel, los milagros de las plumas y la
poesía.
Ruiseñor, zorzal, autillo,
vencejo, tórtola, arrendajo, cuco, alcaraván, buitre, cárabo, alcaudón… Tratado
de ornitología, bestiario alado, en estas páginas la palabra alza el vuelo con
humildad, pero también con determinación, con la serenidad -pero también con el
rigor- de la mirada de los hombres maduros que, sentados en el porche en la
mañana que amanece de nuevo, meditan y comprenden el mundo que les rodea.
Maestro de las formas breves
antes citadas, en manos de León Molina el haiku, por ejemplo, y por seguir
citando pájaros, es un colibrí de muy alto vuelo.
Senda otoñal.
Suena mansa la
lluvia
sobre mi capa.
Cae la tarde.
Al porche habrá
llegado
el colirrojo.
En el nogal
se ha posado la
luz
igual que un
pájaro.
El viento norte
zarandea los
chopos.
Suena un
portazo.
¿Qué he visto, en definitiva,
tras la lectura de este libro? He visto a un hombre que ha llegado a su lugar;
allí construye su casa; allí se funde con el paisaje que lo rodea (se hace
roca, pájaro, río, árbol…), y calmo y silencioso, sentado en una piedra lo
observa y comprende; o recorre en su deambular sereno caminos y sendas,
empapándose de intemperie y silencio. Después, el poeta, sapiente y generoso,
nos lo cuenta con la hondura y sencillez de las palabras bien dichas, sin
lastre ni alharacas, sin adornos (quiero decir sin adjetivos superfluos o
cargantes, sin metáforas manidas…), casi en voz baja, y sin embargo ¡cómo
resuenan dentro de nosotros estos versos preñados de vida y belleza!
He paladeado un libro en el que
mana la calidez de la tierra, la humedad del estanque, el incendio del sol, el
furor del viento; donde hay amor, amistad, memoria y recuerdo, pero también
esperanza y futuro.
Un libro que recupera el mundo,
nuestro mundo, como un lugar más hermoso y habitable.
Podría ser con cualquiera de
ellos porque todos los poemas de este libro, sin excepción, contienen un germen
de emoción y belleza; pero me vas a permitir, querido León, que acabe estas
palabras leyendo algunas más de las tuyas, esta docena de versos que, cuando tu
libro llegó a mis manos y lo abrí impaciente, el azar quiso depararme:
Lo
que recuerdo de ti
Tú eres lo que
yo recuerdo
de ti, el cofre
que te guarda.
Observo tu
cuerpo desnudo.
Te acaricio, doy
vueltas
lentamente a la
llave.
Escucho el
llanto de tu piel.
Abro la puerta
muy despacio
y contemplo la
luz.
Entro y
desapareces
en la memoria
infatigable.
En la serenidad
del sueño tú eres
lo que yo
recuerdo de ti.
Texto leído por
Elías Moro
como presentación a
Esperando los pájaros del sur
(Poesía Reunida 2004-2016)
de León Molina,
en la Feria del Libro de Sevilla.