Esos lugares
recónditos (los abismos submarinos, las simas y grutas de las montañas, lo
intrincado y profundo de algunas selvas y bosques) es como si fueran los úteros
de la naturaleza.
Por eso quienes se aventuran en ellos se atan todo lo
que pueden a esa pasión.
No quieren que otra vez les suceda lo mismo; al menos,
no sin presentar batalla.
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