lunes, 28 de febrero de 2011

Revista Kafka



Acaba de aparecer el nº 10 (enero-abril 2011) de Kafka-Revista de humanidades.

Con autores de la talla de Julio Llamazares, José Ángel Cilleruelo, Irene Sánchez Carrón, Jorge Riechmann, Vicente Luis Mora, Juan Vico o Javier Morales Ortiz, entre otros, gracias a la generosa invitación de su alma mater Álex Chico, en ella también sale una "escéptica" colaboración mía.

Y unas espléndidas fotografías de Luis Chacón.

Para no perdérsela.

Imagen: Elías Moro

sábado, 26 de febrero de 2011

"Álogos"



El término "álogo" fue acuñado por Javier Sánchez Menéndez y definido como "el comentario a una entrada de blog". Dicho término acabó dando nombre a una colección específica de las Ediciones de La Isla de Siltolá, donde se vienen publicando -en unos hermosos y manejables volúmenes- unas selecciones de entradas de determinados blogs.

Después de los de autores como Gregorio Luri, José Miguel Ridao, Aurora Pimentel Egea, Joaquín Alegre, Jesús Cotta, Juan Antonio González Romano, Suso Ares, Ignacio Tomás y el propio Javier Sánchez Menéndez, ahora, de una tacada, aparecen otros cuatro volúmenes de los respectivos blogs de otros tantos y magníficos escritores: Enrique García- Máiquez (
De ida y vuelta), José Manuel Benítez Ariza (Pintura rápida), Fernando Valls (En verde veronés), y Felipe Benítez Reyes (Las respuestas retóricas).

Degustados ampliamente los anteriores volúmenes de la colección, ya me relamo pensando en éstos que, a buen seguro, harán las delicias de los buenos lectores.

Aquí, las demás portadas correspondientes a estos últimos volúmenes.

Permanezcan atentos a sus librerías.

viernes, 25 de febrero de 2011

Estancos y tentetiesos


Me acuerdo de los tentetiesos, unos jodidos muñecos que no había manera de que se quedaran tumbados.




Me acuerdo de que casi todos los estancos estaban regentados por viudas de guerra; afectas al régimen, por supuesto.

Imagen estanco: Agustí Centelles

jueves, 24 de febrero de 2011

Pastor trashumante



Este es el sendero de la lana, la ruta del balido y el dolor, el camino de la leche y la tristeza.

Este es el hombre que rumia en silencio la oscura desolación de las noches al raso, el que soporta con tristeza el frío impasible de los montes, el olor espeso del estiércol, la conversación a solas, el gris rumor de la escarcha naciendo a destiempo, cuando el recuerdo del sol y la cal en las fachadas enceguece los ojos y abrasa las manos.

Esta es la ruta de la lana, el sendero de la leche y la tristeza, el camino del balido y el dolor.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Homenaje



Entro en la cafetería y la veo. Sola, fumando en silencio, sonriendo, tal parece estar dándose un homenaje a sí misma.

Algo que, a la vista está, no hay ninguna duda de que se merece.

El mejor café del día.

martes, 22 de febrero de 2011

Casi haiku volador

En el crepúsculo, el hola de los murciélagos, el adiós de las golondrinas.

lunes, 21 de febrero de 2011

Escatología infantil

Es que éramos mu brutos..



¡Me cago en rus!

La cagaste… Burt Lancaster.


Me cago en tu padre y no te cobro ni la mano de obra.


Eres más feo que un tiro mierda.


Dos contra uno, mierda pa cada uno.


Me cago en san Pito Pato y en la cola un gato.


Se admiten aportaciones.

domingo, 20 de febrero de 2011

Rattus norvegicus



Dichosa con el miedo que provoca, la rata parda de Noruega
(nacida en Tacubaya y plural habitante
de nuestro barrio más bien pobre), en vez de ocultarse
observa con ojillos iracundos las tristes armas
-escobas, palos, cacofónica avena venenosa-
que no podrán con su astucia.
Sentada en su desnuda cola y en la boca del túnel
que perforó para ganar la calle o la casa según convenga,
la rata obesa de exquisita pelambre, la malhechora
que se come el cereal del pobre, la muy canalla
que devora recién nacidos arrojados a los baldíos,
parece interrogarme: “¿Soy peor que tú?”,
con sus bigotes erizados la oronda en tensión suprema.
“También tengo hambre y me gusta aparearme y no
me consultaron antes de hacerme rata y soy más fuerte
(comparativamente) y más lista. ¿Puedes negarlo?
Además las ratas somos mayoría: por cada uno de ustedes
hay cinco de nosotras. En esta tierra
las ratas somos los nativos; ustedes
los indeseables inmigrantes. Tan sólo vean
la pocilga y el campo de torturas que han hecho
de este planeta compartido. El mundo
será algún día de las ratas. Ustedes
robarán en nuestras bodegas,
vivirán perseguidos en las cloacas.”
El gato interrumpió el monólogo silente
y de un salto de tigre cayó sobre la rata y la hizo
un cúmulo de horror y sangre y carne palpitante.

José Emilio Pacheco (De Desde entonces)

sábado, 19 de febrero de 2011

Pastor


Cayado, paraguas, talega y perro.

Y el rebaño paciendo su rutina, su rumia en silencio,
su rabia sorda.

La espléndida imagen es del fotógrafo y director zaragozano José Antonio Duce. 

viernes, 18 de febrero de 2011

Paisanaje(16) Urbano


“El Barajas”, le decían. Urbano “El Barajas”, como si el alias hubiese anulado el apellido legítimo. Claro que si se lo llamaban era por algo, que por aquí no ponemos los motes a humo de pajas, ni por capricho, ni al tuntún, sino casi obligaos por las circunstancias y las actitudes de cada cual. Y el Urbano, un tío educao y agradable (como pa no hacerle un feo al nombre) y que no había pegao un palo al agua en su vida (más vago que la chaqueta de un guarda, el tío), tenía obsesión por los juegos de cartas: el mus, la brisca, el subastao, las siete y media, el cinquillo, la cuatrola, el guiñote, el hijoputa… eran modalidades del tapete a las que no podía resistirse. Hasta en el póker, el bridge y el bacarrá, juegos foráneos y cosmopolitas con mucho prestigio entre los cantamañanas, era un fiera “El Barajas”, aunque, como buen farolero, se hiciese de nuevas cuando le hablaban de ellos. Tantas horas de asueto es lo que tienen: que te pones, te pones, y así como a lo tonto te da tiempo a aprender de tó. Y, por lo común, ná bueno ni de provecho. Pero eran los naipes patrios de la acreditada firma de don Heraclio Fournier los que no tenían misterios para él: tú le enseñabas un mazo de cartas, así como al desgaire, como diciendo “Huy, perdón, ha sío sin querer”, y al Urbano los dedos se le volvían huéspedes, los ojos le hacían chiribitas, le dabas una alegría de tres pares de cojones. Oros, copas, espadas y bastos eran sus dioses tutelares, sus cuatro jinetes del Apocalipsis, sus puntos cardinales, los mosqueteros de la Reina…

En las destartaladas mesas de formica de An ca Tomás, la taberna con más solera de la plaza (o sea, la más vieja y cochambrosa), le podías encontrar todos los días de ocho de la mañana a diez de la noche (con el ínterin de la siesta, eso sí, que la siesta pa él era sagrá) dispuesto a echar unas manitas con quien se terciara: 
-Pa pasar el rato, saben ustés, que cuando uno no tié ná entre manos, los días se hacen eternos. Y con algo hay que entretenerse, ¿no les parece? -decía el jodío a sus oponentes con una cara de ingenuo que pa qué. Un truco de lo más barato, más viejo que el mear de pie y que como el timo de la estampita (que mira que se ha hecho veces y la gente sigue erre que erre, venga la burra al molino, queriendo pegársela al tontito) parecía mentira que le siguiera funcionando.

-Tomás, hijo, espabila -apremiaba al mesonero-, que estás como alelao. Ponles unos orujos aquí a los paisanos y los vas apuntando en mi cuenta. Y a mí me traes un cafelito con un chorrino de eso que tú sabes, a ver si me entono, que me parece que hoy tengo el día torcío.

El Tomás, un tipo simple y cachazudo poco amigo de los líos, ya sabía cómo iba a acabar aquello, lo había visto infinidad de veces, pero como era un profesional de lo suyo (“Ver, oír, callar y servir lo que te pidan”, le habían enseñao de chico, y él seguía estos preceptos a rajatabla), ponía el carajillo o el vermú o el chato de tintorro, según la hora y la comanda del cliente, y se retiraba a su mostrador, callao como un muerto, a seguir espantando moscas, rellenando los palilleros, fregoteando cucharillas o aplastando chapas de refrescos pa la cortina del verano.

Lo cierto es que nunca faltaron incautos que le siguieran la corriente y, de paso, le engordaran la cartera:

-De fuera, eh, que quede claro, que aquí en el pueblo ya estamos pero que bien escarmentaos -decía el Nico, uno de los mayores damnificaos por las mañas del artista con los naipes. Su fama había traspasado fronteras (¡Joder, qué ganas tenía de soltar esta frase!), y derrotarle en alguna partida, levantarse de una timba con “El Barajas” después de unas cuantas horas con el culo pegao al asiento y las ganancias en el bolsillo, era ya para algunos una cuestión de honor. Pero no había caso: el paisano, que era más listo que el hambre, les daba carrete al principio, tal que a las carpas peleonas, y se dejaba ir perdiendo algunas manos menores, más que na pa encelarlos y abrirles la cartera; luego, cuando menos se lo esperaban y estaban los ilusos con la sonrisilla en la boca, encendiendo el farias, pidiendo otra ronda “pa toa la concurrencia”, con las pujas en todo lo alto, los billetitos unos encima de otros formando un montón mu aparente, los primos prometiéndoselas muy felices con la mano que llevaban... Urbano tiraba del sedal ejecutando su famoso golpe de muñeca, clavaba el anzuelo en el gaznate del infeliz, recogía carrete, y catapúm chimpúm: arrastro, las cuarenta, las diez de monte, envido, quiero, órdago a la chica, full, póker, escalera de color… y los desplumaba sin compasión. Eso sí: como un señor, sin descomponer el gesto ni hacer leña del árbol caído (que eso está mu feo), apañaba la pasta del tapete con la elegancia y parsimonia propias de un tahúr del Mississippi o de croupier mariposón del casino de Montecarlo. Lo que se dice engordar para matarlos. Menudos pardillos.

Era vox populi que tamaña potra no podía ser normal, ahí tenía que haber gato encerrao. Y sí que lo había, sí. Y bien gordo y lustroso. Pero como dice el refrán, “Tanto va el cántaro a la fuente que a todo cerdo le llega su San Martín antes de que las golondrinas vengan p´al verano”, o algo así, no sé, no me hagas mucho caso, que todavía tiemblo al recordar el suceso, y el tembleque me sacude como un sonajero las meninges del recuerdo y el entendimiento, y las descoloca y confunde, las enreda y difumina.

Equivocarse como el Urbano lo hizo en aquella timba con tratantes de ganado (mayormente, de bestias de arreo: mulas pardas, bueyes, rucios renegríos… género así, de pezuña recia y coz fácil) es lo que tiene: que como te pillen el truco, la pagas, vaya que si la pagas. Pero a base de bien y toas juntas. Así que cuando “El Barajas”, con su estilo inmutable y pachorrón, y como si le importara un pimiento, descubrió su full de ases sietes con dos ases de tréboles en la mano, se le acabó de golpe la suerte, el rostro sereno, y el mirar derecho por los dos ojos. Que uno de ellos acabó tras la refriega, y luego de hermanarse con colillas resecas, cabezas chupás de gambas salás como perros y pipos de aceituna que andaban de gira por el suelo, en el cubo de la basura.

En cuanto el más espabilao de los forasteros se dio cuenta de la trampa, burda y chapucera, impropia de gente de ley, y antes de que el fullero pusiera pies en polvorosa, le faltó tiempo pa arrear a los colegas en venganza del agravio. No en vano, ya se ha dicho, eran tratantes de ganado, y lo que es arrear, arreaban de lo lindo. ¡Madre mía, qué espanto! ¿Tú sabes lo que es que se te vengan encima cuatro tíos como cuatro castillos, encabronaos por la pirula, con unas manos tal que palas de cocer el pan y dispuestos a hacerte picadillo? ¿No? Pues hazme caso, mejor que no lo sepas.

Le dieron una ristra de hostias “como pa demoler el silo”, que dijo un espectador en un arranque poético (el espontáneo se ganó el apodo de “El Espronceda” desde entonces y bien que presume de ello, el puñetero), y recitando una tras otra, palo tras palo, toas las cartas de la baraja. Y si tocaba figura, doble ración. Un tentetieso, un pim pam pum, un saco de entrenamiento parecía el tramposo en el cuadrilátero que formaron aquellos cuatro energúmenos hasta que el árbitro, Paco “El Municipal”, llegó a la carrera avisao de urgencia por algún soplacirios con ganas de joder la marrana, e hizo valer sus galones y autoridad poniendo fin a la refriega con un par de tiros al aire y algún viaje que otro con la porra de servicio en costillas forasteras.

Todavía se pueden ver los agujeros (calibre 9 mm, el reglamentario de las fuerzas del orden, para los amantes de los datos y los suspicaces) en el techo de la venta. Para el Tomás, esas marcas de los proyectiles en el cielo raso de su local son como las del Congreso cuando lo del Tejero y los guardias saltaventanas: un símbolo intocable.

Después de aquello “El Barajas” nunca volvió a su ser: se conoce que algún golpe mal dao le removió algo en la chola, y tú ahora le enseñas, un poner, la sota  de bastos (por la parte del ojo bueno, que en el lugar del otro lleva un parche tapando el hueco) y es como si le practicaras un crucifijo hecho con ajos al conde Drácula: empieza a echar espumilla por las comisuras mientras se mea patas abajo con una abundancia y diligencia pasmosas.

Nefasta jornada aquella en la que el Tomás perdió para siempre a su más fiel parroquiano, humillao por manos foráneas y convertío ahora en un pelele para mofa y escarnio de mocosos y zangolotinos, para comadres y ociosos, que no pierden ocasión de hurgar en la herida, que hay que ver qué mala leche tiene la gente.

No hemos tenío más remedio que quitarle el mote (algo que nunca había ocurrío en los anales de este sitio) y aunque le estamos buscando otro (el de “El Tuerto” lo hemos descartao por evidente y facilón, no tiene ningún mérito), es este un asunto más arduo de lo que parece. 


Venga, "Bizco", a ver si a ti que eres de la capital y tienes estudios se te enciende la bombillita, hombre.

jueves, 17 de febrero de 2011

Casi haiku...



...de la muerte

La muerte es sólo

una de las palabras

de este poema.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Estrabismo



Si hay algo que me saca de quicio es que no me miren a los ojos mientras me hablan.

Y con aquel fulano no había manera.

martes, 15 de febrero de 2011

Fernando Sanmartín, en Mérida



Hoy, si el tiempo y la autoridad no lo impiden, dentro de las lecturas programadas por el Aula Literaria "Jesús Delgado Valhondo", nos visitará Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959).

Poeta y narrador, viajero culto y discreto, autor de títulos como La infancia y sus cómplices, Los ojos del domador, Infiel a los disfraces o Apuntes de París, entre otros, aquellos de vosotros que queráis disfrutar de buena literatura en compañía de un magnífico escritor, no deberíais faltar a la cita.

Para muestra, un botón:



"ALGUNOS dan bastonazos a su infancia. Reniegan de ella como si fuera una pequeña celda de la que tuvieron que escapar jugándose la vida. La infancia es un cloroformo del que algunos desean alejarse. Pero esto no sucede conmigo. Porque uno, en parte, es lo que ha sido. Yo fui jugador de futbolín, se me daba bien golpear la bola con un preciso giro de muñeca. Y me gustaba ganar. Porque la victoria daba lustre, te perfilaba como triunfador. Al futbolín se jugaba en parejas. Y nadie quería tener de compañero al “viudo”. Ese sí que era un niño extraño. Su madre había muerto. Vestía siempre de negro. Y traía su bocadillo envuelto en hojas de periódico, en las hojas que publican esquelas mortuorias. Tenía aire y gesto de loco que se contiene. Luego supe que comenzó medicina, tal vez para terminar de forense. Pero le perdí la pista.

Yo fui menestral del futbolín. Usando las dos manos. Con la vista fija en el terreno de juego. Y el ruido que hacían las barras de los jugadores no se parecía nada. El futbolín, muchas veces, era una mezcla de salmo religioso y antibiótico.

Pero un día lo dejamos. Igual que otras cosas. Para no volver. Como el toro enviado a los corrales que ya nunca regresará a la plaza".

(De La infancia y sus cómplices, Xordica, 2002)


A las 20,30 h. en el Salón Capilla del Parador Nacional "Vía de la Plata".

Os esperamos.



Imagen Fernando Sanmartín: Patricio Julve

lunes, 14 de febrero de 2011

Mitin



Mitin. Variedad, a menudo, dañina y venenosa, de la oratoria política.
Dejando aparte su acreditada e indiscutible eficacia para aburrir a un rebaño de ovejas modorras -lo cual ya es digno de mérito, las cosas como son-, su finalidad no es otra que la de convencer a una caterva de incautos para que se dejen embarcar mansamente camino del matadero.
En lenguaje coloquial, “vender la moto”.

domingo, 13 de febrero de 2011

Milonga del 900



Letra: Homero Manzi
Música: Sebastián Piana
Intérprete: Azucena Maizani


Me gusta lo desparejo
y no voy por la "vedera".
Uso funghi a lo "Massera",
calzo bota militar.
La quise porque la quise
y por eso ando penando;
se me fue ya ni sé cuándo,
ni sé cuándo volverá.


(Estribillo)
Me la nombran las guitarras
cuando dicen su canción,
las callecitas del barrio
y el filo de mi facón.
Me la nombran las estrellas
y el viento del arrabal.
No sé pa´ qué me la nombran
si no la puedo olvidar.


Soy desconfiao en amores,
y soy confiao en el juego.
Donde me invitan me quedo
y donde sobro también.
Soy del partido de todos
y con todos me la entiendo,
pero váyanlo sabiendo:
¡Soy hombre de Leandro Alem!

(Estribillo)

No me gusta el empedrao
ni me voy con lo moderno.
Descanso cuando ando enfermo
y después que me he sanao.
La quiero porque la quiero
y por eso la perdono.
No hay cosa peor que un encono
para vivir amargao.

(Estribillo)


Azucena Maizani

Escuchar aquí

sábado, 12 de febrero de 2011

Trance

 
El derviche da vueltas y vueltas con la secreta esperanza de convertirse en peonza.


viernes, 11 de febrero de 2011

El hoyo (ficción con truco)



Que tiene poco seso es conocido por todos, conque no me sorprendió el rebote. Muy propio de su estupidez, fue decirle mi propósito y empezó por responder que no. Y no por el esfuerzo que supone el mismo -el tío es duro como el sílex, lo reconozco-, sino por el objetivo en sí, por el cometido concreto, sólo por el simple gusto de lo ilógico.
Porque discutir por memeces es lo suyo, si lo conoceré yo, que lo metí en el negocio un lunes funesto.
Y todo por joderme, como siempre, porque yo no discuto. Yo le ignoro, por supuesto; yo ordeno, y espero tranquilo el informe del perito.
- ¿Cómo es? -preguntó, escéptico y zumbón.
- Oblongo -le dije-. O elíptico. No sé. Pero eso es lo mismo. Tenemos que moverlo de sitio y punto.

Me miró -como sin verme, lo juro- con esos ojos de quelonio obtuso que tiene:
-Pues entonces no voy -me espetó de sopetón el lerdo de él, un desperdicio de hombre-. Tú dijiste redondo. No oblongo, ni elíptico. Redondo, dijiste.

Menudo imbécil. Es tonto del culo. Sin remedio posible.

Tuve que ponerle en su sitio. Le di un buen pescozón en ese melón de chorlito que tiene sobre los hombros:
-Pero bueno, hombre, ¿esto qué es, un motín? El jefe soy yo. Coge el pico y no me rechistes. Que el sueldo bien que lo pides todos los meses. Quiero ese hoyo como de concurso. ¿Me entiendes o no?

No rechistó, no dijo ni pío. Ni mu dijo.

Y en un suspiro (-¿Ves qué bien? Si sólo es cuestión de ponerse -le dije), todo resuelto.

Redondo, elíptico, oblongo... yo qué sé.

Es un hoyo hecho con un pico, joder, no un experimento científico.

jueves, 10 de febrero de 2011

Somoza de Leiva



Ayer entré en una taberna en cuyas paredes colgaban doce estampas, impresas en 1899 en Berlín, en las que se contaba la historia de don Hernán Cortés y los amores del capitán con la lengua Marina. Y me acordé de Somoza de Leiva.
Este Somoza de Leiva -Leiva está en un alto, entre castañares, en Tierra de Miranda- sirviera al rey en el regimiento de Otumba, y desde entonces, porque a cada soldado le habían dado un pliego con la historia de la unidad y lo había leído varias veces- y además era la única historia que había leído en su vida, aparte las coplas del crimen del correo de Andalucía- le había entrado un grande amor por el señor marqués del Valle de Oajaca y sus andanzas mejicanas, y sabía todo lo de la Noche Triste. En Lugo compró esas mismas doce estampas que yo estaba viendo ahora en la taberna, y las tenía colgadas en las escaleras y en el comedor de su casa. Siendo yo mocito, fui allá a la fiesta de San Bartolomé, y Somoza, que ya entonces estaba algo cojo por la mordedura de una nutria en el vado de Siguiero, me leía el texto de cada episodio, y siendo bilingüe la literatura de a pie de estampa, me admiraba, que yo leía la parte francesa.
-¡Mira qué piernas más robustas!
Y guiñándome un ojo me mostraba las piernas de Marina, blancas y redondas. Marina se estaba mirando en un espejo que le regalara el señor capitán.
Somoza era memorialista, perito agrónomo de afición y picapleitos. De una estancia en Baños de Molgas, queriendo sacudirse allí un reuma que él atribuía al diente de la nutria, trajo a Leiva un perro raro, la capa amarilla con manchas negras, bragado en blanco, y que orinaba levantando ambas patas traseras, en raro equilibrio sobre las delanteras. Era un perro triste y callado, que comía las manzanas caídas en el prado, y si escuchaba zumbar las abejas, se ponía a pararlas, agachado, como si fueran perdices.
-¡Ese perro no vale nada!- le dijo mi primo de Trasmontes a Somoza.
-¡Pues es el perro propio para un letrado!- respondió éste.
Y le explicó a mi primo que era el más inteligente de los perros que nunca conociera, y que para un abogado famoso, no tendría precio.
-¡Es un perro que solamente le ladra a la parte contraria!
Si Somoza andaba corriendo con los pleitos de algún vecino, y llegaba alguien de consulta y el perro ladraba, era que el visitante venía, mañoso, suasorio, a enredar en el asunto. El perro daba los testigos favorables, y los contrarios o falsos. Nunca fallaba. Cuando el perro enfermó y cegó, Somoza lo llevó a Lugo al oculista de más fama, el señor Gasalla. Lo llevó metido en una cesta, muy envuelto en una manta zamorana. Iban por la plaza de Santo Domingo, y el perro, desde el cesto, ladró. Somoza se detuvo a ver quién pasaba por allí, y pasaba hacia la calle de San Marcos el guardarríos de Crescente, quien hacía un par de semanas le había puesto una multa.
Se me olvidaba decirles que el perro había sido rebautizado por Somoza con el sonoro nombre de Moctezuma.

Álvaro Cunqueiro (La otra gente)


miércoles, 9 de febrero de 2011

Cementerio Alemán (13)

 
CEMENTERIO ALEMÁN DE YUSTE
Para Álvaro Valverde

Es allí, me indica el paisano
alzando la cachava en la dirección correcta,
subiendo la cuesta suave que desemboca

en la entrada del monasterio.

El contraste impresiona: el estallido feraz
de los castaños y olivos, de los helechos 

y madroños, frente a la estricta, 
imperturbable geometría de la muerte:
esas cruces de nombres extraños
certifican muertes lejanas, jóvenes muertes
sin sentido, perdidas ya en la edad del tiempo,
en el pavor de la memoria,
en distantes ausencias.

En veinte años la muerte no envejece;
allí sigue guardando, celosa y terca,
los frutos sombríos de la sinrazón y la barbarie.

Veinte años después
comparecen los mismos invitados:
Joachim, Otto, Gottfried…
nombres y hombres, semejantes a otros,
que un día jugaron sobre la nieve y los otoños.

Vengo a decirles adiós,
a hablarles de su inútil muerte.
Están ahí firmes, marciales,
como dispuestas para un desfile;
cada cruz se levanta sobre el cuerpo de su dueño,
joven extranjero que reposa en otra tierra,
tan distinta a la suya.

Y en su quietud sin palabras,
allá van, como una cuerda de presos derrotados,
hacia el olvido y la memoria.


Elías Moro (Inédito)

Imagen cedida por Miguel Ángel Naharro, a quien le agradezco el favor.

martes, 8 de febrero de 2011

Suroeste - revista de literaturas ibéricas



Recientemente, mi buzón -y por ende, mi biblioteca- se ha visto favorecido con la presencia en él, en ella, de diversas revistas literarias: Isla de Siltolá, Litoral, Turia -de la que en próximas fechas hablaré- y esta que hoy traigo a colación: magníficamente editada por la Editora Regional de Extremadura y el Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, subtitulada Revista de literaturas ibéricas, Suroeste es una revista espectacular; desde su director, Antonio Sáez -profesor universitario, traductor, ensayista, poeta…- hasta sus consejos asesor y de redacción -donde no sobra absolutamente nadie-, pasando por el hermoso diseño de Luis Costillo y sobre todo, ante todo, por encima de todo, su espectacular -perdonad que me repita- nómina de colaboradores.

Por citar algunos, sin desmerecer a nadie, y a modo de ejemplo: Francisco Javier Irazoki, Fernando Pinto do Amaral, Antón Castro, José de Almada-Negreiros (de quien se toma la cita que resume su espíritu fundador -"A dualidade Portugal e Espanha é afinal o segredo da vitalidade da península ibérica e da sua civilizaçao.
Portugal e Espanha são dois rivais. Os opostos são complementos iguais de um todo. Este todo está representado geograficamente pela península ibérica e em espírito pela civilizaçao ibérica"-), Joana Morais, Antonio Gamoneda, Francisco Ferrer Lerín, Rita Taborda Duarte, Jaume Subirana, Gonçalo M. Tavares, Xuan Bello, Ruy Ventura, Fernando Aramburu…

Y es que una revista no es nada sin su nómina de colaboradores (Perogrullo dixit). Y cuando éstos son como los de este primer número, los lectores no podemos por menos de felicitarnos ante tamaña reunión de talentos, seguros de encontrar entre sus páginas -Poesía, Narrativa, Ensayo y Escaparate de libros son sus secciones- textos que nos harán disfrutar y reflexionar.

Digna heredera, aunque acaso sea mejor decir sucesora, de Espacio/Espaço Escrito, cuyo espíritu fundacional comparte, Suroeste, estoy seguro, es una revista con personalidad propia que va a marcar época en este ámbito, en este nexo de unión entre las distintas lenguas peninsulares.


lunes, 7 de febrero de 2011

El algodón no engaña (12)

Flaggolosina, mi rico helado,
del congelador lo saco congelado.






Somos los Conguiiiiitos,
riquísimos de comer.




Ver vídeos:
Conguitos

Flaggolosina

domingo, 6 de febrero de 2011

Geriátrico



¡Por fin un trabajo fijo! ¡Y sin hacer oposiciones!

Me llamó un antiguo compinche de pupitre a quien le ha ido estupendamente en la vida para ofrecérmelo.

Ya se le veían maneras al Manolo cuando era el rey del recreo.

El caso es que me ofreció este puesto que, de un plumazo, me sacó del pozo sin fondo de las listas del paro y me permite, al tiempo, desarrollar mis aptitudes y satisfacer mis peores instintos bajo una capa de honorabilidad.

Para no levantar sospechas, sólo realizo mi función un par de veces al mes, tres a lo sumo y siempre por la noche, arreglándomelas de manera tal para que en el acta de defunción aparezca diáfana la expresión “por causas naturales”.

Me dijo que había que aligerar las listas de espera.

sábado, 5 de febrero de 2011

Los Encantes

Para
José Ángel Cilleruelo
,
que me los descubrió con sus textos.


"Las tres mosqueteras"


"¿Tomamos algo?"


"Autorretrato en sombra
con muñeca de trapo"


Imágenes: Elías Moro

viernes, 4 de febrero de 2011

25 años sin E.T.



No me refiero al bobalicón y empalagoso alienígena de la celebérrima película de Spielberg, sino a alguien mucho más inteligente y cercano: hace unos días, mientras conducía escuchando la radio, los contertulios del programa comentaron la efeméride de los 25 años de la muerte de Enrique Tierno Galván, alguien que para la gente de mi generación -y alguna más- se convirtió, por su manera de ser, por su saber estar, por su cercanía a los vecinos, en paradigma de lo que tendría que ser un alcalde.

Cuando "el viejo profesor" murió, yo ya no vivía en Madrid, pero sí lo hice durante los tres primeros años de su mandato como máxima autoridad municipal.
Y de vez en cuando, encontraba pegado en las paredes de la ciudad alguno de sus famosos bandos, escritos con la pluma sabia de quien ha sabido beber de los clásicos.

Con el recuerdo radiofónico martilleándome en los oídos llegue a casa sin percance alguno. Entonces -como en el famoso epigrama de Ernesto Cardenal- me fui a mi cuarto y empecé a releer algunos de aquellos bandos en una de las tres ediciones que guardo de los mismos.


Madrileños:

Es viejo decir poético, con varia fortuna repetido, que con la llegada de la primavera, la naturaleza se viste con sus mejores galas, encubriendo la magra y seca desnudez del invierno con brillantes y copiosos adornos. Pero la humana especie que a veces contraría y repele lo que natura hace, lejos de cubrir descubre y lo que tapado había destapa, en obsequio del más alegre descuidado y gozoso vivir al que el bonancible tiempo invita. Nada tendrá el Alcalde que advertir, respecto de lo dicho, si entre los que tal hacen no hubiere algunos y también algunas que caen en desquiciada y peligrosa confusión, pues hacen de esta Villa lo que esta Villa no es, tomando los ábregos vientos que de la Mancha vienen o los cálidos aires que del africano Sur nos llegan por suaves y marinas brisas y el recio sol de Castilla, que más quebranta que alivia, por el suave y reparador que en los altos montes luce. De tan quimérica visión de la verdad nacen extrañas y peligrosas costumbres, pues desprovistos los hombres de jubón y calzas, pavonéanse en lienzos o lenzuelos, en extremo contentos de sí, aunque hayan las carnes flacas, desdichadas las proporciones y mal encajados los huesos, como si lo hubieran sido por un torpe algebrista. Algo semejante, aunque no igual, ocurre con buena copia de nuestras feminiles visitantes que por esta ciudad vagan y peregrinan y con numerosas vecinas que arrastradas por la antigua y legítima inclinación al discreteo, mas la quimérica confusión que ya dijimos, dan en despojarse, como con particular y escrupulosa atención ha observado el Alcalde de esta Villa, de corpiños, basquiñas, briales y otras prendas, que por respeto no se nombran, faltando poco, en algunos casos, para que tanto mozas como menos mozas en carnes queden. Ocasiónanse de este modo graves y superfluos daños, pues quienes desde el pescante los coches guían, alejan la atención de su principal menester, arrastrados por el invencible deseo de mirar, con menoscabo de haciendas, peligro para la vida y aumento de la común confusión. Sucede además que el grande polvo que la ciudad produce, particularmente en el estío, la quemazón del sol, el rebullir de las simientes y otras vegetales materias en la urbana atmósfera, amén de los humores a cuya expulsión la desnudez promueve, ocasionan salpullidos, llagas, postemas, abscesos y hasta lamparones, males que, según los físicos del concejo, empodrecen los suaves miembros y gentiles cuerpos de las vecinas de esta Corte. Conviene, por último, añadir a lo ya dicho que las buenas costumbres piden comedimiento y mesura en cuanto al destaparse toca, pues en esos lugares de común recreación y roce que son las públicas piscinas, como natura huye lo triste y apetece lo deleitable, exagéranse los destapamientos sin haber cuenta del decoro que cada uno a sí propio debe y del respeto que la tranquilidad de los demás merece. También a veces acaece, cuando los estivales calores son muy grandes, que alguno de nuestros visitantes, para alivio, descanso y alegre algazara y regodeo, se meten en cueros vivos en el agua que llena las tazas de las fuentes públicas monumentales. De cundir este ejemplo, faltarían tazas o sobrarían visitantes, con perjuicio notorio para el bueno y equilibrado proceso de la vida en esta Corte. Amén de que con estos medios, según a esta Alcaldía se alcanza, los ardores, lejos de bajar, aumentan, por lo que se conmina a moradores y visitantes a que no practiquen tan dañosos y censurables usos.
Confía, pues, el Alcalde, que durante el presente estío, visitantes, andantes en Corte y las vecinas y vecinos de esta Villa, de cualesquiera edad y condición que sean, salvo los ancianos de cansada y molida senectud, tengan el debido cuidado en cuanto a lo que en este Bando se aconseja, sin caer en impropias mojigaterías, exageraciones ni afectación de virtud.

Madrid, 25 de Mayo de 1984


Me acuerdo del multitudinario cortejo fúnebre (aquellos caballos empenachados, aquella emoción sobrecogedora, aquel gentío) en el entierro de Tierno Galván por las calles de Madrid.



jueves, 3 de febrero de 2011

Farmacias

 
Un negocio que no cierra casi nunca y al que no parecen afectar en demasía las crisis económicas -es más, yo que creo que proliferan en ellas como setas tras la lluvia-: las farmacias.
Sin exagerar, en el tiempo que llevo en esta ciudad, su número se ha multiplicado fácilmente por cuatro.

Y no recuerdo haber pasado nunca por delante de ninguna de ellas y que en su interior faltaran clientes.




Imágenes: Elías Moro

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un poema de Irit Amiel



Quien quiera estar al tanto de la gran poesía que se escribe en Polonia, no debería perderse el blog de Abel Murcia.

En él encuentro este magnífico poema de una autora que no había leído hasta ahora:

No llegué a tiempo
No llegué a tiempo a Treblinka
llegué cincuenta años tarde
los árboles se erguían desnudos era otoño
Quise salir huyendo inmediatamente porque como
parte del atrezzo había allí un tren oxidado
y el bosque susurraba en silencio.
Todo bello gris tranquilo vacío
y sólo el viento acariciaba la tierra los árboles
las piedras nos acariciaba a nosotros
y apagaba nuestra vela
una y otra vez

Y Dita dijo: ves, menos mal que no llegaste a tiempo,
y ahora eres mi vieja mamá y me abrazó con fuerza
y echó a reír tristemente.

De Respirar hondo (Irit Amiel, 1931)

martes, 1 de febrero de 2011

Un calendario (Febrero)

Febrero

Tía Emma, tía Emma, te invoco. Eras pequeñita en invierno y te agigantabas en verano. La ciclotimia del recuerdo, como un cuadro visto de niño en un museo y retenido en la memoria, que al improviso, en la noche, ocupa todo el espacio de la habitación. Y en la habitación están los pantalones tirados sobre la silla, y todo se integra en el cuadro. ¿Qué será? ¿Masaccio revisitado o solamente una pequeña pesadilla doméstica? Mañana, mañana será de día. Me tomaré un choucroute y acompañaré mis pasos a los pasos de visitantes apresurados. Llevando en mí los recuerdos y los deseos, y escuchando en la memoria una música pobre, une vieille photo de ma jeunesse.



Febbraio

Zia emma, zia Emma, ti invoco. Eri piccolina in inverno e ingigantivi in estate. La ciclotimio del ricordo, come un quadro visto al museo da bambino e ritenuto della memoria, che all´improvviso nella notte ocupa tutto lo spazio della camera. E nella camera ci sono i pantaloni gettati sulla sedia, e tutto si integra nel quadro. Cosa sarà, Masaccio rivisitato o solo un piccolo incubo domestico? Domani, domani farà giorno. Mangerò una choucroute e accompagnerò i miei passi ai passi di visitatori frettolosi. Portando in me i ricordi e i desideri, e ascoltando nella memoria della musica povera, une vieille photo de ma jeunesse.

Antonio Tabucchi

Imagen: Retrato de joven de perfil -Masaccio