General. En todos los
ejércitos del mundo, uno de los más elevados rangos en su escala jerárquica. Petulantes
hasta decir basta, los sujetos encuadrados en esta categoría de la milicia gustan
de hacerse notar con profusión de estrellitas y entorchados varios en hombreras,
cuello y bocamangas, amén de fajines, borlas y condecoraciones, y padecen de
una acusada querencia por rígidas gorras de plato, sustituidas cuando la
ocasión así lo requiere por boinas, cascos y quepis.
En
general, un general no genera nada útil ni de provecho; no obstante lo dicho, y
de manera incomprensible, lleva adosada al cargo una,
cuanto menos absurda, expresión de
tratamiento de respeto para dirigirse a él so pena de arresto inmediato de los
inferiores en rango bajo su mando: “Mi general”. Y no digo falsa a humo de
pajas sino basándome en esa partícula monosilábica que revela posesión.
Te
explico: si el general fuese tuyo, como stricto
sensu la frase parece indicar, el general del general serías tú y no ese
inepto con galones que se regodea y envanece chupando de nuestros impuestos
mientras colecciona medallas y fajines en espera del pase a la reserva con su
correspondiente y jugosa paga de jubilación.
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