-Pero
es que yo me mato a escribir, no tengo tiempo que perder si quiero acabar el
manuscrito dentro del plazo fijado -era su eterna respuesta cuando solicitaba
su ayuda para cualquier asunto cotidiano, que compartiera conmigo de vez en
cuando la pesada carga de atender la casa.
Pero
que si quieres arroz, Catalina: después de cariño me daba con la puerta en las narices y se
encerraba en su habitación horas y horas (en “mi gabinete”, decía petulante, otorgándose
una importancia que ya le gustaría), a seguir dale que te pego a la pluma.
Y
total, para las noveluchas de mierda que escribía.
Lo
de atizarle con el tintero de plomo en la nuca se me ocurrió de repente, tal
que un argumento de los suyos.
Como
si fuera un acto de justicia poética.
Casi
una metáfora, diría yo.
Literatura o vida....querido Elías, y esa gente en el umbral que piensa que son la misma cosa. Incorregibles.
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