Ayer, mientras hacía tiempo fumando un cigarrillo antes de entrar en una consulta médica con mi mujer, me entretuve observando un rato a un grupo de muchachos que jugaban al fútbol en la calle: un partidillo de esos que en mi barrio llamabámos "gol regañao", un tres para tres con todo el asfalto y las aceras como campo de juego.
Lo hacían bien los mozalbetes. En todo el tiempo que estuve pendiente de la deportiva refriega, el resultado saltaba de empate en empate: marcaban unos, marcaban otros, marcaban unos, marcaban otros...
Tentado estuve de sumarme a uno de los grupos para inclinar la balanza pero, afortunadamente, me contuve a tiempo.
Cuando entré en la consulta, la cosa seguía empatada.
Cuando salí, ya se habían marchado.
Cuando entré en la consulta, la cosa seguía empatada.
Cuando salí, ya se habían marchado.
Fue mi magdalena de Proust del día.
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