Lo
he matado porque era un gafe.
A
tal punto lo era, que lo que empezó como siempre, siendo un juego de lo más
inocente, ha acabado en este desastre que está usted viendo.
Antes
de que apareciese por aquí habríamos hecho esto, que sé yo, decenas, cientos de
veces, y ni un rasguño, ni un accidente, ni un ligero atropello de nadie por
parte de nadie.
Pero
ya ve usted lo que son las cosas; fue llegar él y, a las primeras de cambio, un
fiambre aplastado en el asfalto y otro con las tripas fuera encima del capó.
Lo
que le digo: un gafe de libro.
En
fin, que van a tener que levantar dos cadáveres.
Y
llamar a una grúa de paso.
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