viernes, 18 de octubre de 2019

Canto XVI (Tonino Guerra)


En otros tiempos iba mucha gente de promesa
al puente de las candelas a implorar gracia divina
para soldados que estaban en la guerra, para historias de amor,
enfermedades, para obtener dinero, juventud, deseos inconfesables.
Por ejemplo, muchos no se entendían con su pajarito,
si le decían: ¿listo?, el respondía: ¡no!
Había entonces que cruzar el puente hasta la cruz del molino
con una candela encendida y cuidado de que no se apagara.
Pero venía viento, un airecillo fino que bajaba
de las montañas y a las manos les costaba lo suyo
cubrir la llama y ¡hala!, vuelta a empezar,
y así una y otra vez, un mes, un año...
A una vieja que estaba llegando a la cruz
se le prendió fuego la ropa y ardió todo:
la ropa, la fe y el tiempo.
Desde aquella desgracia la gente fue abandonando
aquella devoción y ahora ya no va nadie.

El domingo pasado fui a dar una vuelta
y vi, en mitad del puente, al hijo tonto de la Filomena
que llevaba en la mano su candela encendida.
Vi la llama bien derecha, no la movía ni la brisa
que bajaba por el río. ¿Qué gracia pediría?
¿Una vida normal o seguir tirando con su cabeza loca?
Antes de llegar a la cruz del molino,
cuando estaba a dos pasos, se detuvo
y sopló la llama.

(La miel, 1981)

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