Hay voces tan adustas, tan secas, que parecen el azote
inesperado de una rama en el rostro, como el gruñido de una bestia en la noche
a tus espaldas que te despierta el miedo más cerval.
Hoy he oído una parecida.
Femenina, para más señas.
Escribo esto en la penumbra de mi habitación, tembloroso
y oculto bajo las mantas.
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