Ocaso de sirenas
José Durand desconfía
de quien emplee el adjetivo “libresco”
para oponerlo ¿a qué?: ¿a la ignorancia?
Todos somos cautivos de la ignorancia.
No tiene objeto fomentarla. Por otra parte,
la realidad está en los libros,
los atraviesa y los funda.
Así los conquistadores,
al llegar devorados por las novelas,
creyeron ver sirenas en donde sólo
retozaban los manatíes.
Bajo la inmensa noche Durand y yo
navegamos en busca de manatíes.
Y no encontramos ya ninguno con vida.
Hoy no existen sirenas ni manatíes.
Ha perdido el planeta dos fantasías.
José Emilio Pacheco
(El silencio de la luna)
Manatí
Su fealdad está más que recompensada.
Nunca ser tan poco agraciado
atesoró tan hermosos atributos.
Vive en las marismas del trópico
(los manglares),
allí donde crecen sin tasa
bejucos y árboles en el agua salada.
Profesan a sus crías un amor desmedido
y en esa época, de sus pechos
mana la leche más nutricia.
Pertenece tan notable animal al orden
de los sirenios y se ignora
el nombre que utilizan para citarlo
los indígenas de la zona.
Elías Moro
(Casi humanos (bestiario)
Lo siento, Elías, en este caso tu poema está muy por encima del de José Emilio Pacheco. Por honradez conmigo mismo sólo me gusta mitificar la osadía.
ResponderEliminarEspero que nunca deje de ver sirenas, estaré muerta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Elías amigo mío, este poema está lleno de ternura y de identidad.
ResponderEliminarSe toca una fealdad tierna y un sentido que a veces olvidamos, la belleza, la verdadera belleza va más allá de lo que podemos ver o tal vez de lo que catalogamos como bello.
Este poema desde mi percepción está lleno de una objetiva hermosura y de una humanidad grande.
No podía esperar menos de ti.
Gracias.
Un abrazo.
Carlos: sé de tu rigor y sinceridad a la hora de comentar, pero me parece algo excesivo tu elogio.
ResponderEliminarTe lo agradezco, claro, y lo respeto en lo que sé que vale, pero...
Un abrazo.
Esperemos que así sea, Mercedes.
ResponderEliminarOjalá nunca dejemos de verlas, que podamos seguir soñanado.
Un beso.
¿Qué es lo bello, Lola? ¿Lo que vemos o lo que intuimos, lo que sentimos al contemplar más allá de lo evidente?
ResponderEliminarDentro del reino animal, siempre me han interesado aquellos en los que no pensamos casi nunca.
Gracias a ti por el hermoso comentario.
Un beso.
Mira, Elías, las sensaciones parten de donde nacen, no de lo intocable de los nombres sagrados. A ciertas edades que transitamos -lúcidas, pero con cinco décadas al hombro-, déjame ser gamberro, con todos los respetos a trayectorias y testimonios tal vez admirables, en eso no entro.
ResponderEliminarPor eso, pese a que nos la venden como sex-symbol, es muy posible que cualquier Penélope Cruz en la corta distancia hasta mate de aburrimiento y que el polvo del año nos lo tuviera reservado la venicinita del quinto siempre caótica con las bolsas de la compra y el perro.
De México me quedo con un anfibio excepcional, que tuve la suerte de conocer en el estanque de una finca de Cáceres hace muchos años: el axolote, axololt o ajolote... Hermosísimo y misterioso. Consíguete unos, cuídalos y hazles todo un libro. Pido la primera vez para leerlo. Un abrazo
Me han encantado los dos poemas, y los Manaties son seres muy literarios- al igual que las sirenas- se puede esperar cualquier cosa de ellos
ResponderEliminarun post muy especial
Saludos.
Me llamo Isabel y llege a tu blog de forma casual, me ha encantado, no dejare de visitarlo
Isabel
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