Imagen: Eduardo Amorin
Milonga del solitario
(Atahualpa Yupanqui)
(Versión de Alfredo Zitarrosa)
Me gusta de vez en cuando
perderme en un bordoneo,
porque bordoneando veo
que ni yo mesmo me mando.
Las cuerdas van ordenando
el rumbo del pensamiento,
y en el trotecito lento
de una milonga campera
va saliendo campo ajuera,
lo mejor del sentimiento.
Ninguno debe pensar
que vengo en son de revancha:
no es mi culpa si en la cancha
tengo con qué galopiar.
El que me quiera ganar,
ha de traer buen parejero;
yo me quitaré el sombrero,
porque ansí me han enseñao
y me doy por bien pagao
dentrando atrás del primero.
Siempre en voz baja he cantao
porque gritando no me hallo
–grito al montar a caballo
si en la caña me he bandeao–;
pero tratando un verseao
a'nde se cuenten quebrantos
apenas mi voz levanto
para cantar despacito;
que el que se larga a los gritos
no escucha su propio canto.
Si la muerte traicionera
me acogota a su palenque,
háganme con dos rebenques
la cruz pa' mi cabecera;
si muero en mi madriguera
mirando los horizontes,
no quiero cruces ni aprontes,
ni encargos para el Eterno;
tal vez pasao el invierno
me dé sus flores el monte.
Toda la noche he cantao
con el alma estremecida,
que el canto es la abierta herida
de un sentimiento sagrao;
a naide tengo a mi lao
porque no busco piedad,
disprecio la caridad
por la vergüenza que encierra;
soy como el lión de la sierra,
vivo y muero en soledad.
Milonga del solitario
(Atahualpa Yupanqui)
(Versión de Alfredo Zitarrosa)
Me gusta de vez en cuando
perderme en un bordoneo,
porque bordoneando veo
que ni yo mesmo me mando.
Las cuerdas van ordenando
el rumbo del pensamiento,
y en el trotecito lento
de una milonga campera
va saliendo campo ajuera,
lo mejor del sentimiento.
Ninguno debe pensar
que vengo en son de revancha:
no es mi culpa si en la cancha
tengo con qué galopiar.
El que me quiera ganar,
ha de traer buen parejero;
yo me quitaré el sombrero,
porque ansí me han enseñao
y me doy por bien pagao
dentrando atrás del primero.
Siempre en voz baja he cantao
porque gritando no me hallo
–grito al montar a caballo
si en la caña me he bandeao–;
pero tratando un verseao
a'nde se cuenten quebrantos
apenas mi voz levanto
para cantar despacito;
que el que se larga a los gritos
no escucha su propio canto.
Si la muerte traicionera
me acogota a su palenque,
háganme con dos rebenques
la cruz pa' mi cabecera;
si muero en mi madriguera
mirando los horizontes,
no quiero cruces ni aprontes,
ni encargos para el Eterno;
tal vez pasao el invierno
me dé sus flores el monte.
Toda la noche he cantao
con el alma estremecida,
que el canto es la abierta herida
de un sentimiento sagrao;
a naide tengo a mi lao
porque no busco piedad,
disprecio la caridad
por la vergüenza que encierra;
soy como el lión de la sierra,
vivo y muero en soledad.
Zitarrosa, Atahualpa, José Larralde, Jorge Cafrune, Horacio Guarany, Facundo Cabral, Victor Jara... me traen a la memoria un adolescente, allá por el 70, empeñado en aprender a tocar la guitarra, y dándole al bordoneo...
ResponderEliminarGracias por traerlo.
Un abrazo.
P.D.: Septiembre se acerca. Habrá que ir buscando un día...
Payadas y milongas, Antonio, siempre me han gustado mucho, y me siguen gustando.
ResponderEliminarAlguna más caerá por aquí.
Y esas payadas a dúo, improvisadas en el momento... tienen un mérito enorme.
Abrazo.