Para Antón Castro
Tengo un recuerdo muy preciso de la infancia: es una tarde de verano y, después de la escaramuza de la siesta -mi madre batallando para que la durmiera, yo intentando no claudicar-, estoy sentado en el umbral de la puerta comiendo pipas de melón saladas, llevo un pantalón corto de color gris, zapatillas de lona azul, el torso desnudo. Serán las cinco o cinco y media, y el calor se pega a los colores de las casas haciéndoles palidecer.
En ese momento, mientras espero a mis amigos de entonces -Tasio, Manolo, Anacleto…-, pasa un afilador (una vez me dijeron que casi todos los afiladores eran gallegos) arrastrando su bicicleta y silbando una melodía con el chiflo de caña, voceando su oficio; él me mira con sus ojos oscuros y yo, con un gesto que pretendo amable y amistoso, le ofrezco el cucurucho de las pipas.
Pasa sin detenerse, ignorándome, y aquella música me parece entonces la más triste del mundo. Mi madre me pregunta qué me pasa cuando entro en casa llorando y yo no sé qué contestar. Sólo lloro.
Al rato vinieron mis amigos a buscarme, pero ya no quise salir esa tarde.
Ahora adoro la siesta, aunque a veces, durante la misma, sueño lo que cuento en esta página y despierto con los ojos turbios.
Yo también me sobrecogía al escucharle y pensaba que estaba cumpliendo algún tipo de condena... qué cosas.
ResponderEliminarBesos sin afilar ;-)
Todavía, por el Casco Antiguo de Badajoz, puedes encontrar a uno que hay tocando el chifro...
ResponderEliminarEsa melodía... ese lento pasar de los afiladores con su acento de ribeira sacra... El texto, maravilloso. ¡Cómo me hubiera gustado a mí escribirlo paara mis "Fragmentos..."!
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizá esas lágrimas eran la lluvia, esa lluvia que segun decía mi abuela, allá por las tierras de castilla, cuando el afilador pasaba (tambien eran todos gallegos) era dia de lluvia ¿metafora?.... ays que recuerdos. Gracias por hacer recordar.
ResponderEliminarPaloma: quien no hay pensado alguna historia al ver un afilador, que levante la mano.
ResponderEliminarA mí siempre me han parecido misteriosos personajes.
Más besos (también sin afilar).
Xavi: a lo mejor ese afilador pacense es el mismo que hace poco afiló mi mejor cuhillo de cocina.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Antonio: si a eso vamos, ya me hubiera gustado a mí también escribir muchos de tus Fragmentos.
ResponderEliminarEn muchas ocasiones los siento como propios.
Otro abrazo para ti.
Gracias a vosotras por estar ahí.
ResponderEliminarY sí, a lo mejor esas lágrimas eran algún tipo de lluvia, una lluvia triste y a destiempo.
Abrazos.
No sólo gallegos, sino de Ourense. La del afilador también es una de las imágenes y de las bandas sonoras de mi infancia. Fue un placer recuperarla aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues de Ourense entonces, Daniel.
ResponderEliminarCreo en tu palabra.
Me alegro que te gustara esta pequeña semblanza recuperada de la memoria.
Un abrazo.