-Otra vez esas horribles pesadillas, doctor. Cada mañana me cruzo con mi vecino del quinto, y sólo veo sus horribles cicatrices, sus zapatones de muerto, sus movimientos pastosos, el letrero en el buzón con ese nombre tan extraño.
Y en la escalera, cuando marcho al trabajo justo antes del alba, todos los días tropiezo con un tipo que nadie conoce en el bloque, pálido como un cirio, con una capa negra sobre los hombros y unas gotitas púrpura en las comisuras que pasa veloz y angustiado camino del sótano sin ni siquiera saludar.
-Deje de leer esos libros, hombre de dios, deje de leer esos libros antes de dormirse; que ya no sé cómo decírselo.
Como siempre me encantó...no hace mucho recordaba en mi otro blog a Frankenstein con una foto de la película cuando estaba con la niña cogiendo flores...muchas veces soñé de pequeña con aquella escena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si es que hay libros mu dañinos. Ahora, qué sería de nosotros sin los fantasmas de la mente...
ResponderEliminarComo siempre, original y sustancioso. Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
Me gusta ese final 'sorpresa', el giro que da.
ResponderEliminarA veces no hace falta leer una historia de miedo para tener pesadillas, con las nuestras vale.
Un saludo
Sí señor. Un médico con los pies en el suelo como dios manda. ¡¡¡Ainsss qué malo es leer!!!!
ResponderEliminarGracias Su: es curioso como los miedos infantiles permanecen en nuestra memoria y salen a flote cuando menos lo esperamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya te digo, Antonio, fíjate si el médico lo sabía. Pero hay cosas que son inevitables.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes razón, Ada, a veces, muchas veces, son preferibles esas pesadillas a las cotidianas y reales que nos cercan.
ResponderEliminarEl giro final, era el elemento sorpresa del micro. Si te ha gustado es que he conseguido lo que me proponía.
Un abrazo.
Es que hay algunos médicos, Isabel, que saben más de lo que les han enseñado.
ResponderEliminarMenos de lo suyo, saben de "tó".
Un beso.