Maldita sea mi estampa. Maldigo el día en que se me ocurrió comprarle aquel cupón.
Terrible error porque a partir de aquel momento mi vida se convirtió en un infierno.
No hacía más que poner el pie en la calle, y allí estaba; en cuanto me echaba la vista encima (algo casi inevitable dado que atendía su negocio justo enfrente de mi portal) a través de aquellas horrendas gafas de pasta color caca y cristales de culo de vaso, abandonaba su miserable tabuco y, sin darme tiempo a llegar al coche, se me echaba encima voceándome la suerte con su cantinela insoportable: Las diez iguales para hoy, las diez iguales para hoy, llevo las diez iguales para hoy.
-Hoy te toca, seguro, hoy te toca. Venga hombre, anímate, cómprame uno, cómprame uno, anda -me asaltaba inmisericorde en cuanto acababa el estribillo.
-No -le dije sereno-: hoy las diez iguales te tocan a ti. Puñaladas, concretamente.
En el fondo, y bien pensado, la culpa es de la O.N.C.E., que pone a trabajar a cualquiera sin que pase el preceptivo examen psiquiátrico.
Y porque si hubiera sido un ciego de verdad, de los de toda la vida, de los de bastón y perrito, estoy seguro de que nos hubiéramos ahorrado este disgusto.
Imagen: Julio López Saguar
Otro que ha caído... (si es que no escarmientan). Por aquí tenemos a uno que en vez de cupones de la ONCE te vende pañuelos de papel, pero es lo mismo: en cuanto ve a alguien, zas, se lanza sobre la presa y es como los lagartos... ¡Y que no escarmienta! No le he comprado nunca y sigue ofreciéndome...
ResponderEliminar"Buen" crimen.
Un abrazo.
Tienes razón, Antonio, no escarmientan.
ResponderEliminarOtro al que le tengo ganas es al que llama por teléfono a la hora de la siesta para ofrecerte maravillosos productos o -éste incluso peor- para preguntarte si tienes internet.
Si lo pillo en ese momento es que me lo cargo.
Un abrazo.
Al de la hora de la siesta le puedes decir lo que le digo yo cuando me llaman ofreciendome el no va más en internet: Lo siento mucho pero yo no tengo teléfono....
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