viernes, 8 de octubre de 2010

Paisanaje (14) Donato



Al Donato, todo el mundo en el pueblo, principiando por el alcalde y pasando por mocosos y comadres hasta llegar al cura párroco, que según las malas lenguas fue quien se lo puso una tarde de julepe y vinazo, lo llamaba “El Tío Calambres”. Era éste el título de una tonada muy popular el año que Donato vino al mundo, una aterradora y cargante melodía cantada por un tipo grandón y desgarbado que nos vino, en mala hora, del otro lado del charco a dar la matraca a base de bien, y cuyas señas más distintivas no eran, que digamos, su exquisita ni embriagadora tesitura vocal y tipo apolíneo sino unas corbatas horrorosas -a cual más espeluznante- que le llegaban hasta la bragueta y unos mofletes fofos y repelentes en desplome continuo, como dados de sí, perfectos para arreales un buen pellizco a mala leche. O una hostia en condiciones, a ver si se callaba de una puta vez el vocalista ultramarino con la cancioncita del copón. Ya te habrás dao cuenta que en este pueblo -bueno, como en casi todos, creo yo, que levante la mano y tire la primera piedra el que esté libre de pecao- somos muy de poner apodos. Y aunque las monjitas del hospicio -unas brujas, dicho sea de paso, no te fíes ni un pelo de ellas, yo te aviso- lo habían bautizao Donato por el santo del día en que apareció en el torno “berreando como un descosío y cagao hasta las trancas”, como aseguró, implacable y cotilla, la hermana tornera), y Expósito Expósito -éstos por desconocerse el apellido de los progenitores que, según todos los indicios, acaso fueran una pareja de temporeros que apareció por aquí para lo de la vendimia; y vista la tripa con la que ella llegó y lo esbelto de su figura cuando se marchó, no andaría muy desencaminado el rumor aunque “seguro, seguro, la muerte”, que decía mi abuela-), a tenor de la maña que se daba el mocoso con todo tipo de herramientas y utensilios apenas levantó dos palmos del suelo, con “El Tío Calambres” se quedó para los restos. Ya le podías llamar Donato catorce veces seguidas que el tío ni se inmutaba, no se daba por aludido, “pasaba de ti”, como suelen decir los mozos de ahora con su labia insulsa.
Hasta el cartero (un lumbreras, el Ginés, que éste también es para traca) devolvía la correspondencia que le llegaba con su nombre legal, tal era la fuerza del alias. Como no pusiera bien clarito en el sobre “El Tío Calambres”, carta p´atrás, como que mañana es domingo. Coño, no le entregaba ni las del banco, que más de una vez estuvo la tontería a puntito de costarle al Donato algún disgusto de los gordos.

-Pero vamos a ver, Ginés, me cago en la leche que mamaste, que me tienes ya hasta los güevos -abroncaba el Donato al cartero cenutrio en cuanto se topaba con él-. ¿Es que no me conoces de sobra? ¿Sí, verdad? Entonces, ¿por qué coño, me cago en tal, no me entregas las cartas como a cualquier hijo de vecino? Como sigas así, un día la vamos a tener tú yo. Y de las gordas. De las de salir en los papeles. Que tú a las malas no sabes cómo me las gasto. Avisao quedas delante de testigos.
El Ginés, que era más bruto que una acequia, tozudo como una mula y más simple que el mecanismo de un chupete se le quedaba mirando como si le escuchara, pero vamos, en el fondo como quien oye llover o piar a un gorrión: no le hacía ni puto caso. Tu veías la atención que prestaba al discurso -ni parpadeaba el tío mientras el otro le echaba la bronca, que era digno de ver, parecía tal que una estatua cagá por las palomas- y se podría pensar que sí. Pero quiá; pa mí que "El Tampón", como también era conocío el funcionario postal, andaba rumiando en sus cosas -la partidica de dominó de por la tarde en la taberna, el rumor de una próxima subida de sueldo -que ya era hora cojones-, comprar otro par de borregas, darse un revolcón con la Pruden en la era a espaldas del Mariano...- mientras el Donato gastaba saliva en balde soltándole la filípica semana tras semana. Tú sigue, sigue, parecía pensar "El Tampón", que ya haré yo lo que me salga del mondongo y las criadillas. Se dice por ahí, aunque no está confirmao del tó, que lo de escamotearle las cartas era una sutil venganza por el estropicio que el Donato le hizo a un transistor japonés cuando se lo llevó a reparar, que le jodió sin remedio la FM, y al de la saca de cuero se le acabó para siempre el Carrusel Deportivo. Y hasta ahí podíamos llegar, se supone que pensaría el cartero: tú me jodes la radio, pues yo te dejo sin correo. Empate.

Como ha quedao dicho, ya desde bien pequeñito el Donato apuntó más que maneras en el apaño certero de la mecánica minúscula y en la electrónica de andar por casa, en la reparación y ajuste al por menor de los más diversos objetos: desde las varillas de un paraguas a estañar unas sartenes, desde un ventilador a una muñeca, desde una bicicleta a un tirachinas, desde una singer al pomo de una puerta... Todos estos, y más, eran asuntos y cachivaches que no tenían misterio alguno para él. Minucioso y paciente hasta el extremo, no había cacharro, artilugio o doméstico dispositivo que, tras una hábil y precisa manipulación con la herramienta apropiada, no le entregara sus más íntimos secretos como doncella inocente y tontaina seducida por galán bragao. Aunque de vez en cuando, que ya se sabe que el mejor escribano echa un borrón, la cagaba. Mira lo del Ginés y su radio, por ejemplo.

Pero esto, que pudiera parecer escaso de mérito, tiene más intríngulis de lo que a primera vista se barrunta: a ver quién no se ha topao más de una vez con problemas inesperados e irresolubles en el quehacer casero aparentemente más sencillo: colgar un cuadro, cambiar una bombilla, arreglar una ventana o un cajón… Y digo aparentemente porque tós sabemos que estas gilipolleces están sembrás de trampas arteras, que en cuanto te descuidas un poco te machacas un deo o te pegas un porrazo desde la escalera y te descalabras los riñones. Ahora, de donde le viniera al Donato esa afición y habilidad es cosa que se desconoce a ciencia cierta. Sería un don de natura, porque en un convento, como no fuera bordao o repostería (cosa fina, oye, el obrador de las brujas: ¿has probao sus pestiños? ¿No? Pues ya estás tardando, macho. De rechupete, tú, bocatto di cardinale, te lo digo yo, es lo único que hacen bien las joías) o tocar la campana en maitines o vísperas, para lo que no se necesita mucha ciencia, ya me dirás tú lo que iba a aprender el pobre.

Se emancipó de la tutela monjil con la mayoría de edad y, después de regresar de la mili en Regulares (adonde marchó voluntario para escapar cuanto antes de las garras de las sores), con unas perrillas que tenía ahorradas fruto de las propinas de las almas generosas, puestas a buen recaudo de la rapiña de las hermanas con la complicidad de una mocica a la que le tenía echado el ojo -y ella a él-, abrió sin tardanza una modesta industria dedicada a, como él publicitaba con una cierta retórica grandilocuente en un cartelón pintao a mano, "Arreglos y componendas al por menor de todo tipo de género técnico y manual".

Sus señas de identidad eran tres: peto azul mahón sobre camisa de manga larga a cuadros de franela hasta en verano, que ya tiene mérito la cosa con lo que sacude aquí el lorenzo, boina sin capar de la acreditada firma Elósegui y, de manera que nadie se atinaba a explicar cabalmente, un lápiz de carpintero plantao en la oreja derecha durante toda la jornada laboral. Porque como no fuera para rascarse la cabeza o sacarse la cerilla de las orejas con la punta de la mina, nadie, nunca, jamás, le había visto hacer uso legítimo de él.

Dadas su destreza y laboriosidad, amén de su honradez y cumplimiento en los plazos de reparación y entrega del chirimbolo de turno, que vistos los tiempos que corren no es que sean cualidades de mucho éxito (y si no, fíjate en la cantidad de "chapuzas lamentables" que prosperan de manera fulgurante e incomprensible a nuestro alrededor), tuvo su pizca de suerte, esa puñetera casquivana, y no le fue del todo mal en la vida.

Casó con la Lutgarda, muchacha humilde y prudente que nunca dio motivos a las alcahuetas más dañinas para ponerla de vuelta y media, y mira que le tenían ganas desde lo de las perrillas del convento, y fruto de la feliz unión les nacieron tres retoños a los que incluso dio estudios en un colegio de la capital, uno de esos que enseñan oficios y admiten internos.

Le salieron fresador, secretaria y peluquera, por este orden, y de mayor a menor. Nada del otro mundo, que tanto de uno como de otras los hay por ahí a patás, pero honraos a carta cabal. Y que no presumía ni ná el tío de sus vástagos.


La palmó malamente una tarde ventisca cuando se cayó del tejao de la Amparo intentando arreglarle la antena porque decía que no veía el UHF, que sólo salían rayajos y puntitos.

Y qué quieres que te diga, "Bizco"; desde entonces esto, sin él de acá p´allá con su cajina de herramientas a cuestas, no es lo mismo: cualquier día se nos cae el pueblo a pedazos. ¿Pero no ves cómo está tó de abandonao?

Imagen: Matías Vieira 

7 comentarios:

  1. Ay, si hubiera más Tios Calambres en el mundo, trayendo vástagos honrados y dando tan buen ejemplo, otro gallo nos cantaría.
    Me gusta el Tío Calambres, y me gusta cómo nos lo has presentado.
    Un abrazo.

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  2. ¡Cuánta razón tienes, Mercedes!

    Más Donatos, y menos cantamañanas, corruptos y facinerosos, y esto se arreglaba en un pispas.

    Otro abrazo para ti.

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  3. Me río por lo bien contada que está la historia del tío Calambres, pero río, también, por tu respuesta a Mercedes... ¿en un pispas? yo creo que íbamos a necesitar algunas generaciones. Los cantamañanas son un pandemia.

    Beso.

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  4. Tu risa, Paloma, ya lo sabes, ilumina siempre esta ventana . Así que me alegro de provarla de vez en cuando.
    En cuanto a lo otro... Los cantamañanas son muchos y daniños, pero también cobardes.
    Te digo yo a ti que con unos cuantos Donatos...

    Otro para ti.

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  5. Tarde llego al daguerrotipo de turno. Mi aplauso al Donato, que, como decís bien, puede considerársele ejemplo de los que poco abundan; y mi aplauso, una vez más, al "Cronista" que sabe desnudar a estas almas que juegan a la taba.

    Un abrazo.

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  6. Paloma:
    Me disculpo por la errata en la respuesta a tu comentario.
    Quería decir, es obvio, provocarla.

    Un beso.

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  7. Tus visitas, Antonio, nunca llegan tarde, y siempre son bienvenidas.
    En cuanto al "Donato", de todos los personajes que han aparecido hasta ahora en este "Paisanaje", parece el más decente de todos.
    Alguien que realiza su labor lo mejor que sabe y puede sin hacer daño a nadie.
    Un ejemplo. Casi un "rara avis".

    Abrazos.

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