Rosa
en la frescura de la palabra nieve y la palabra agua,
en la acrobacia galante del colibrí,
en la felicidad de la perla en el cuello de las amantes,
en la inocencia de la campesina y el músico,
en la rosa intocable del poema,
en lo incomprensible del mandarín y su caligrafía,
en el abandono lento de los apeaderos,
de la geografía de los bazares de Oriente.
Me lo llevo para la colección, ya lo sabes, me encantan, el poder de sugestión que tienen tus poemas de los colores me transporta siempre.
ResponderEliminarBesos, más que muchos.
En todo eso está la calidez y la ternura del/de la rosa.
ResponderEliminarSugerente texto.
Un abrazo.
Exquisita miniatura llena de matices: nos lleva de lo cercano a lo exótico, del hábito a la aventura, y al mismo tiempo, se cierra sobre sí misma guardando su secreto. Un disfrute, Elías.
ResponderEliminarSencillo, suave, elegante... Te sumerge rápidamente en lo que tan rápidamente va representando...
ResponderEliminarUn saludo cordial,
Fernando
Ya sabes, Paloma, que no hay problema con eso.
ResponderEliminarUno más para tu carpeta.
Otros tantos para ti.
Mercedes: aunque no siempre se consiguen esa calidez y ternura, se intenta de la mejor manera posible.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias, Alfredo.
ResponderEliminarMe alegro de que lo hayas disfrutado.
Abrazo.
Gracias, Fernando, por esas tres "eses" resumiendo la sensación. (Vaya, otra "ese").
ResponderEliminarUn saludo.