domingo, 24 de octubre de 2010

Hallazgos

El proceso de expurgar tu biblioteca, esa que vas formando y construyendo libro a libro, miguita a miguita, y a menos que seas un ser sin corazón, siempre es un asunto doloroso: cada libro desechado te produce un desgarro, cada página, cada capítulo, cada poema que abandonas a una incierta suerte, te arranca una lágrima.
Desgarro y llanto a los que nunca terminas de acostumbrarte.

Antes de apartarlos en el montón destinado al desahucio, tengo la costumbre de revisarlos uno a uno para ver si entre sus páginas queda, remoto e intemporal, algún vestigio: notas manuscritas, recortes de periódico, esa fotografía o postal que estaba a mano cuando interrumpiste una lectura que ya nunca volviste a retomar, el aroma antiguo y aún fragante de una flor ya seca y quebradiza…

A veces, ese proceso te depara sorpresas y alegrías, gozosos hallazgos, más felices aún por inesperados, en forma de documentos perdidos, páginas amarillentas que suscitaron en ti un antiguo interés que ahora retorna, o unas simples fechas y nombres que ponen en tus ojos un añejo y benevolente brillo de añoranza.

Hallazgos como estos textos que transcribo a continuación, y que estaban ocultos en una página doblada por la mitad entre dos poemas de un libro de cuyos nombres en la cubierta del mismo, título y autor, no quiero acordarme.

No hay referencias explícitas en ella, pero por el aspecto de la página me aventuro a conjeturar que acaso sea de algún viejo número de la revista Barcarola, de Albacete.





Galería de honestos criminales

Luis de Alvaruelo, posadero en Tolosa. Asesinaba peregrinos y los adobaba con escogidos condimentos. Era servicial y respetuoso. Sólo mataba peregrinos de regreso y únicamente los servía a los peregrinos de ida, que así eran fortalecidos en su viaje por las indulgencias ganadas por las víctimas ante la tumba del Apóstol.

Monsieur Lucien de Métivière, notario jubilado y condecorado con la Legión de Honor. Estrangulaba niños en el Parc Monceau. Lo hacía por ahorrarles las penas y decepciones de este bajo mundo. Hay quien opina que no es digno de figurar en esta galería porque la diferencia en el trato dado a sus clientes revela una cierta misoginia: Asfixiaba a los niños con lazo de seda, y en cambio ahorcaba a las niñas con el áspero cáñamo de sus saltadores.

Gobenheim Kleber, alemán, pacifista y soltero. Su odio a la guerra le llevaba a matar oficiales, incluso de la reserva. Empleaba una bayoneta de reglamento y los apuñalaba por la espalda. No por cobardía, sino para no ver ni su rostro ni su sufrimiento y así reducirlos a simples uniformes. De esta manera su sueño era tranquilo, pues no lograba considerarse homicida. Otra cosa revelaba en él al hombre de firmes convicciones: sabía que lo más deshonroso para un militar es morir herido por la espalda.



Lord Gerome Bertram. Quedó reducido a la más extrema pobreza, y el respeto a su título y condición le hacía demasiado orgulloso para pedir, no ya limosna, sino tan siquiera ayuda. Alimentaba a su jauría, a la que profesaba un gran afecto, con la carne de sus antiguos colonos. Sus únicos escrúpulos estaban relacionados con el peso de sus víctimas. Fue decapitado con espada, como corresponde a un noble.

Mutalid, Califa. Se retiró del trono y de las sangrientas luchas que sostuvo para conquistarlo. Dejó al frente del reino al más amado de sus hijos y pasó a dedicarse al cultivo de las flores. Su pasión eran las blancas y perfumadas rosas de Persia. Sus jardines se extendían por todo el amplio valle de Sájera y llenaban las noches y los días con su maravilloso aroma. Cantores y poetas celebraban el prodigioso vergel y, si el Profeta hubiera permitido la pintura, miles de cuadros hubieran intentado reflejar aquel ensueño. Mutalid sembraba sus rosales en los cráneos de aquellos que, en un tiempo, fueron sus enemigos.
 
Joaquín Barceló (1942-2003)

6 comentarios:

  1. No sé si comentar a cerca de las emocines reencontradas en libros atesorados y revisados, un placer enorme para los que los amamos, o de las noticias de Barcarola sobre los criminales honestos.

    ¿No es una tautología esa contraditio terminis: criminales/honestos?.

    Muy edificante tu información, para incrementar el conocimiento del alma humana.

    Un saludo y feliz domingo Á.

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  2. ¡Madre mía!, pero que cosas tan siniestras se guardan entre las páginas de tu biblioteca… Valió la pena, sólo por encontrar esa referencia al califa Mutalid, que se abandonó luchas y trono para dedicarse a cultivar flores, y cuyas rosas eran únicas. Bonita historia.
    Un abrazo.

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  3. Elías, lo de desshuciar los libros me embarga de tristeza. En cuanto a los "honestos asesinos" la forma despojada de reseñar sus estilos y preferencias (casi forense) me aterra.

    Un beso, bueno muchos.

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  4. Gracias, Ángeles, por el comentario.
    Lo de expurgar la biblbioteca particular es bastante...fastidioso, por no decir algo más fuerte.
    Pero esos hallazgos inesperados compensan algo el disgusto.

    Un abrazo. Y feliz semana.

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  5. Mercedes: también las hay de otra índole, no creas. Bueno, en realidad, hay un poco de todo; soy muy heterodoxo en mis gustos literarios.

    Abrazos.

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  6. Tienes razón, Paloma, esa es una triste labor.
    En cuanto a los relatos, ese estilo directo, despojado, casi forense, como dices, es precisamente lo que me gustó de ellos.
    En pocas líneas, toda una historia.

    Besos.

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