Para Carlos Medrano, que ha vuelto a traerlos a mi vida.
Hace unos días, a raíz de su comentario -un "álogo"-a una de las entradas de este blog (“2 poemas sobre manatíes”), un buen amigo trajo de nuevo a mi memoria un curioso animal del que hacía años no oía hablar: el axololt, o ajolote (Ambystoma mexicanum), un extraordinario representante de la familia de los anfibios, endémico de las cuevas, charcos y lagunas de México.
Cruzamos algún correo sobre el asunto (la fonética y grafía del nombre era distinta para ambos), y me envió un texto de Cortázar (que yo creía recordar en el “Bestiario de Aloys Zötl”, pero que resultó ser de “Final del juego”) donde este extraño batracio es el protagonista absoluto del relato.
Con su aspecto de entre pez y lagarto (sin ser ninguno de los dos) y sus curiosas características morfológicas (dedos con uñas, branquias exteriores como plantas de coral, ausencia de la muda de su piel, ojos sin párpados…), que pueden inducir tanto a la ensoñación como a la pesadilla, es un perfecto candidato para ser trasladado a la gran literatura.
Pero acaso su aspecto más característico es que pueden alcanzar la madurez sexual y capacidad reproductora sin variar su aspecto larvario, por lo que también se le compara con ese personaje literario que es Peter Pan.
Los aztecas le otorgaban la facultad de cambiar de forma para escapar de la muerte. Hasta qué punto sea esto verdad queda a la imaginación y la fábulo o a la credulidad en las leyendas. Lo que sí se sabe de cierto es que tiene la capacidad de regenerar partes de su anatomía externa e interna (cola, patas, ojos, incluso partes del corazón) en pocos días. De ahí, quizá, el mito indígena.
Por mi parte, y en justa correspondencia, hoy le dedico esta entrada sobre ajolotes encontrada en el “Bestiario” del gran Juan José Arreola.
El ajolote
Acerca de ajolotes sólo dispongo de dos informaciones dignas de confianza. Una: el autor de las Cosas de la Nueva España; otra: la autora de mis días. ¡Simillima mulieribus! exclamó el atento fraile al examinar detenidamente las partes idóneas en el cuerpecillo de esta sirenita de los charcos mexicanos.
Pequeño lagarto de jalea. Gran gusarapo de cola aplanada y orejas de pólipo coral. Lindos ojos de rubí, el ajolote es un lingan de transparente alusión genital. Tanto, que las mujeres no deben bañarse sin precaución en las aguas donde se deslizan estas imperceptibles y lucias criaturas. (En un pueblo cercano al nuestro, mi madre trató a una señora que estaba mortalmente preñada de ajolotes).
Y otra vez Bernardino de Sahagún: “… y es carne delgada muy más que el capón y puede ser de vigilia. Pero altera los humores y es mala para la continencia. Dijéronme los viejos que comían axolotl asados, que estos pejes venían de una dama principal que estaba con su costumbre, y que un señor de otro lugar la había tomado por fuerza y ella no quiso su descendencia, y que se había lavado en la laguna que dicen Axoltitla, y que de allí vienen los acholotes”.
Sólo me queda agregar que Nemilov y Jean Rostand se han puesto de acuerdo y señalan a la ajolota como el cuarto animal que en todo el reino padece el ciclo de las catástrofes biológicas más o menos menstruales.
Los tres restantes son la hembra del murciélago, la mujer, y cierta mona antropoide.
Juan José Arreola (Bestiario)
Coda: Desgraciadamente, y como muchos otros de sus colegas del reino animal, estos fantásticos seres se encuentran en peligro de extinción gracias, cómo no, a la estupidez humana.
Gracias por el regalo. Esa fragilidad del axolote es como lo que amamos, tan bella como vulnerable. Y sólo permisible para el tacto dulce, igual que sus colores irisados, que me recuerdan los de Alfanhuí cuando llegaron a mis ojos a los 14 años. Qué animal tan hermoso, en la mansedumbre fantástica de sus metamorfosis. ¡Me ha emocionado verlo! Es verdad que se te puede pedir que des lo bello. En ti es un don posible.
ResponderEliminarObrigado, hay que seguirte.
¡Qué curioso animal! Parece el primo de los Lunnis.
ResponderEliminarElías, en tu blog hay mucho más que literatura.
Gracias por enseñarnos algo nuevo cada día.
Gracias a ti, Carlos, por traerlos de nuevo a mi vida. Nunca se sabe, pero es posible que si no hubiera sido por tu comentario, tan bello y fascinante animal, "frágil como lo que amamos", se hubiera extinguido en mi recuerdo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, María, por lo que dices de mi blog.
ResponderEliminarY es que no sólo de literatura vive el hombre.
Un saludo.
¡Cuánto me gustan estos animales fascinantes de los bestiarios!
ResponderEliminar(Yo no pude resistir la tentación de comprarte -y comprarnos- hace unos días un "bestiario combinatorio" muy curioso que encontré en una librería del Lago de Como.Espero que te guste).
Y a mí, Isabel, y a mí. ¿Se me nota mucho?
ResponderEliminarTodo lo que viene de tí, ya lo sabes, me gusta.
Pero lo que más, lo que más, tu hermosa amistad, que atesoro en el rincón de los afectos perennes.
Un beso.