Estoy convencido de que existe lo que podría llamarse
la conspiración del ruido: el petardeo insufrible de las motos, ese estruendo
que se reputa de música, las voces que no conversan sino que chillan...
Ni siquiera en el cuarto de baño, mientras nos
dedicamos a nuestras abluciones e intimidades, se nos permite pensar. Si abro
la ventana que da al exterior para no sucumbir al hedor de mis heces, un sonido
insoportable en forma de chirridos se cuela por la abertura, atacándome los nervios.
Pero, ¿qué queréis? Prefiero sucumbir solo y en
silencio.
Al menos el olor no suena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario