domingo, 17 de noviembre de 2013

Semana zaragozana con interludio extremeño pasando por Barcelona y epílogo londinense, o vivan las madres que parieron a mis amigos


Queridas amigas, queridos todos:

El abajo firmante se complace en comunicaros que esta ha sido una semana muy feliz para él, período temporal que paso a detallaros. Ya desde el mismo lunes, el día más inapetente y elástico de la semana, mi buzón empezó a esbozar una sonrisa con lo que iba engullendo por su boca. Juntos y en comandita llegaron de la mano un magnífico catálogo, Rostros/Retratos. Del pasado al futuro, editado por las Cortes de Aragón, y exquisitamente adobado con textos de amigos tan queridos como Cristina Grande, Eva Puyó, Aloma Rodríguez o Ismael Grasa. Una exposición y catálogo al cuidado de Manuel García Guatas y Fernando Sanmartín, quien también firma uno de los textos y responsable de que haya llegado hasta mí. Tapa dura, papel satinado, cuatro tintas… Una joya. La exposición puede verse durante noviembre/diciembre en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

Pues tal joya llegó de la mano, decía, de Aquellos días de luz y palabras (Sabara narrativa), la última novela de Víctor Juan Borroy (¡qué ganas tengo de conocerle personalmente!). Víctor, además de profesor universitario, y de Caspe, circunstancia de la que presume a la menor ocasión, y hace bien, es el entusiasta director del Museo Pedagógico de Aragón, con sede en Huesca, desde donde organiza y difunde diversas actividades relacionadas con la historia de la pedagogía. Otras virtudes que lo adornan son la lealtad para con los amigos, su pasión por el Real Zaragoza y su estampa de jinete. El universo equino y el arte de la hípica no tienen secretos para él. Existen unos vídeos en youtube (1) y (2) donde su pericia, al tiempo que naturalidad, en la monta de su yegua -"Zaragoza", of course- es más que patente. Según un extendido rumor en el mundillo de los establos, Lester Piggott, el legendario jockey inglés, atesora esos vídeos entre sus favoritos. Algunos afirman que los proyectan en pantalla gigante en el hipódromo de Ascot en los instantes previos a la famosa carrera para disfrute de los asistentes. Cuando acaba el visionado, un tremolar y revuelo de pamelas a cual más extravagante, que las distinguidas damas asistentes lanzan al aire en fervoroso homenaje a tan excelso centauro, se enseñorea del cielo inglés tiñéndolo de color. Los organizadores del Derby de Epsom y el Grand National han copiado también la idea.

Como regalo añadido desde las tierras mañas, Miguel Mena, otro magnífico escritor, locutor en la SER, ciclista y viajero, me anuncia el inminente envío de su último libro, Micromemoria, que acaba de aparecer en la colección “Papeles de Trasmoz” de la editorial Olifante.

Y Emilio Pedro Gómez, otro impenitente escritor y viajero, compinche de “me acuerdos”, me envía a través del correo electrónico un hermoso poema dedicado a otro pintor zaragozano: Ignacio Fortún, quien tuvo la generosidad de cederme sus pinturas para ilustrar las entradas de mi “cosecha del 59”.

El martes, y también desde Zaragoza, vía Cáceres, vía “Librería El Buscón”, vía Chema Cumbreño -que no se me olvide pagárselo- llegó hasta mí el tan esperado Por qué escribo (Xordica), recopilación de artículos de Félix Romeo, de quien acaban de cumplirse dos años de su temprana e injusta desaparición. No, desaparición no; de su muerte, porque el recuerdo de Félix no desaparecerá nunca de la memoria de sus lectores y amigos. Una espléndida edición -por cierto, con una divertida y atrayente portada del Colectivo Anguila con ese Félix en pantalón pirata y tapándose un ojo- preparada con mimo por los arriba citados Ismael y Eva.

El miércoles estuve, gracias a un vídeo grabado por Víctor Juan, que también hace sus pinitos con la cámara, en el Hotel Reino de Aragón: la peña zaragocista “Los Aupas” impuso su insignia de oro y brillantes en el augusto pecho del gran Pepe Melero (escritor, bibliófilo que lee, cantor de jotas…), acompañado para la ocasión por Yolanda, su sufrida mujer, y un nutrido grupo de amigos. Elegantón y bizarro, tierno y dicharachero, se marcó un discurso en el que siempre parecía a punto de acabar para empezar de una vez con la pitanza, pero al que sumaba de repente otro recuerdo, otra cita, otra anécdota más para contento del respetable, que se aguantaba de buen grado las ganas de hincarle el diente a las, a buen seguro, apetitosas viandas. En lo de la bebida no me meto porque no tengo datos fidedignos, aunque sospecho, y espero, que correría con abundancia y salero, como es de ley en este tipo de eventos. Antón Castro escribió para la ocasión un texto precioso.  También aparecieron por allí Luis Alegre (por favor, por favor, que alguien me regale, o me consiga -estoy dispuesto a pagar-, su Besos robados. Pasiones de cine, Xordica, 1994), y, por sorpresa, David Trueba, quien acaba de estrenar Vivir es fácil con los ojos cerrados, su última película. Film (¿habéis visto con que soltura he soslayado la repetición del término para evitar la cacofonía?) en el que Melero debuta en la gran pantalla dando comienzo a su rutilante carrera de actor interpretando, con perfecta dicción, a un locutor de telediario en blanco y negro. Yo ya he apostado por él como Mejor Actor Revelación en los próximos Premios Goya. Señores académicos, por favor, al loro, no vayan a cagarla.

Una distinción, la de la insignia digo, más que merecida, no me cabe duda; y es que si hay algún recalcitrante zaragocista que se precie, ese es Pepe Melero. Decir que sería el paradigma del forofo no le haría justicia del todo. Tengo entendido que, esté en el palco o en la grada, ante decisiones arbitrales contrarias a los intereses del equipo de su alma, puede llegar a perder los papeles y las formas de manera lamentable al tiempo que su aparato fonador emite expresiones altamente desagradables con el estamento federativo futbolístico y el contubernio madrileño-catalán, amén de poco corteses con las progenitoras de los señores colegiados. O se es forofo o no se es, di que sí, Pepe; desde el gran cariño que sabes que te tengo, te lo digo. Enhorabuena, amigo.

Como yo a los tres días me canso de casi todo -soy más de semana inglesa que bíblica, soy más siestero que estajanovista- no he esperado hasta el domingo para tomarme un respirito, que nunca viene mal. ¡Qué coño, viene de puta madre! Así que ayer jueves, gracias a la invitación de mi amigo Antonio Reseco, un tipo estupendo que parece salido de Eton o Cambridge, tales son su elegancia e ironía, cogí el coche y me planté en el Taller Literario de Cabeza del Buey, en la comarca pacense de la Serena -¡larga vida a esa maravillosa torta de queso, excelso bocado manjar de dioses, que hacen por allí¡-, y que él imparte todas las semanas a un grupo de entusiastas por las letras.

Antonio y yo, un poco acongojados ante la abrumadora presencia femenina -yo creo que me llevó de refuerzo para no sentirse tan en desventaja; ellas eran siete y nos tenían rodeados-, hicimos lo que buenamente pudimos. Al final pasamos un rato estupendo hablando de literatura y compartiendo textos, experiencias, comentarios y risas. Actividad esta última que, a lo que parece, resulta ser muy saludable pues mueve no sé cuántos músculos -muchos, en todo caso-  tanto en el cuerpo como en el ánimo.

En el buzón del viernes, un sobre verde de Correos con dos ejemplares de la revista “Quimera” del pasado octubre dedicado a la poesía española de los últimos treinta y cinco años, y dos separatas de Cuadernos Hispanoamericanos del pasado mes de mayo (La luz perpetua. Siete notas sobre Ángel Campos Pámpano), firmadas por Álex Chico -no perderse su último libro Un lugar para nadie (de la luna libros)- acerca de la poesía de mi maestro y amigo de quien dentro de unos días se cumplen cinco años de su muerte. Como la de Félix Romeo, también temprana e injusta.

Tras recuperarme del gozo, enciendo el ordenador, abro el blog, pincho en su enlace, y me encuentro con esta maravillosa “corónica” -no es una errata, es así a propósito- del gran Eduardo Moga comentando mi reciente Manga por hombro (La Isla de Siltolá) y nuestro último y caluroso encuentro en Mérida. Moga, que ya era un gentleman de por sí, se ha marchado a vivir a la pérfida Albión en pos de su amor. Con un poco de tiempo, y como se descuiden un pelo, es capaz de que los ingleses, esos hijos de la Gran Bretaña, le nombren Sir. O Lord de algo, que tampoco está mal. Pero el caso es que me lo imagino arrodillado ante su graciosa majestad mientras ésta le posa el espadón sobre los hombros y me entra la risa floja. Thanks, Eduardo.

¿Comprendéis ahora mi contento y felicidad? Claro, diréis: con amigos así alrededor cualquiera lo estaría también. Así que también intuiréis que si tuviera que darles las gracias uno a uno por todo lo bueno que me dan, me saldría otro texto casi tan largo y prolijo como este con cada uno de ellos. Y tampoco es plan. Como bien dicen los ingleses, time is gold.

Remato la semana laboral con una excelente clase de tango entre compases de Pugliese, Di Sarli, Fresedo y D´Arienzo.

Corto ya, que se me caen las lagrimillas de la felicidad que me embarga.
 


2 comentarios:

  1. Qué maravillosa entrada en este blog, o post, o como se llame. Qué suerte tan merecida, Elías. Los regalos, los amigos y las palabras haciendo justicia a lo que eres, a lo que das, a lo que regalas siempre con esa generosidad tuya que no se para ni en folios, ni en posts, ni en abrazos, ni en palabras.
    Me alegra mucho leerte y saberte tan tan feliz.
    Un abrazo, no, muchos, con todo mi cariño.

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  2. La felicidad existe, Elías. En este texto lo demuestras. Claro que es una felicidad trabajada: acumulada cosecha de mucha siembra, durante reiterado tiempo. Compartir es ganar. Y tu compartes y repartes con generosidad. Lo mereces.
    Gracias por incluir mi poema en ese maná anímico que te ha llovido tan certera y placenteramente. Un abrazo más

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