miércoles, 27 de noviembre de 2013

Memoria de José Viñals

 

Si hace un par de días dejaba aquí un sentido recuerdo de mi maestro Ángel Campos Pámpano, hoy quiero hacerlo con el que considero el segundo de ellos: José Viñals Correas. Ángel y José, ya lo he dicho alguna vez, murieron con un año y dos días de diferencia, lo que supuso para mí un terremoto emocional, dos enormes pérdidas afectivas y vitales de las que jamás podré recuperarme del todo.
José era un ser todo poesía y abrazo, generosidad y sabiduría: y esa generosidad se manifestaba, entre otras cosas, incluso en el envío a mi correo de sus libros de poemas acabados pero aún no publicados. Para que los disfrutara cuanto antes. Él sabía de mi gran interés (y hasta necesidad, dado lo que aprendía con él y su poesía) por todo lo que hacía y procuraba saciarlo en la medida de sus posibilidades.

Con alguno de esos libros que me enviaba -Que es de Salomón, Elogio de la miniatura…- yo realizaba en mi casa ediciones manuales para poder leerlos con más comodidad que en la pantalla, ediciones que él celebraba como si esos poemas los hubiera publicado una editorial de renombre. Generosidad, ya digo.

Con este poema que hoy os ofrezco, que inicia su libro Las piquetas de los gallos, título extraído del Romance de la pena negra de Lorca (“Las piquetas de los gallos / cavan buscando la aurora…”), y que fue incluido en He amado (La poesía, señor hidalgo), volumen que recogía nueve de sus libros inéditos hasta entonces, hoy, cuando se cumplen cuatro años de su muerte, quiero rendir homenaje a su memoria, una memoria que permanece viva para todos aquellos que alguna vez se acercaron a esa poesía apegada a la vida y los sentidos, celebradora de todo lo mejor del ser humano.



Mujer urna

Urna de los padecimientos, urna de los detritos, urna de los umbrales helados, urna de las substancias abortivas, ábrete ahora que llueve, ahora que el viento hace sorprendentes milagros.

Urna de la dicha, de la risa fina; urna de la leche materna recién concebida, ábrete, desparrámate, desborda la inocente contención de los cielos. Que se derrame tu fragancia. Que crezca lo benigno del pensamiento.

Urna de sal marina de los mares abiertos, urna de la fecundidad y los acoplamientos, urna del semen juvenil y los pólenes mezclados, conténtame, sáciame de preguntas secretas.

Urna, mujer, vientre de torno de alfarero cargado de promesas, urnamujer, principio del silencio que fertiliza el jardín de la música, hazme un lugar en tus entrañas.

Voy peregrino de sabidurías inconcretas, elemental de raza, vacío de preceptos, corpúsculo de tierras anegadizas, barro para tu nombre, palimpsesto para tus escrituras repentinas, sorbo de oculta nada. Ábrete, amiga, urna de nácar, urna compleja de Jacinto.

Gracias siempre, José.

1 comentario:

  1. Ya que te debo un comentario...ahí va un aforismo de Elogio de la miniatura:
    "Con sus gafas graduadas para ver de cerca, el anciano poeta mira el infinito".
    Eva.

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