viernes, 29 de noviembre de 2013

Día de las Librerías (PuntoAparte)



Al parecer, hoy se celebra oficialmente el Día Internacional de las Librerías. Como decían en un programa de la tele "pues bueno, pues vale, pues me alegro". El tono displicente de la anterior frase se debe a que yo esta "festividad" la celebro todos los días, sin que nadie me lo mande. Porque no concibo un día sin ellas. 

Reductos del saber, lugares de encuentro y amistad, templos paganos de la cultura escrita, las librerías conservan y atesoran en sus estantes toda la sabiduría del mundo esperando que vayamos a descubrirla. Y uno, aún entrando ya en edad casi provecta, mantiene el amor por la lectura, el afán de la curiosidad y el descubrimiento de lo desconocido que los libros nos prestan.

Aunque, como es fácil de suponer, he estado en muchas y en casi todas he comprado algún libro, la mía de siempre es la que veis en la imagen, PuntoAparte (sin la y, que María se enfada). Desde que di con ella al poco de llegar a Mérida, se convirtió en muy poco tiempo casi en mi segundo lugar de residencia. Horas y horas entre el batiburrillo de cajas, periódicos y libros y donde siempre aparece algún compinche con el que pegar la hebra o tomar un cafelito. Es rara la semana en que no paso por allí. Aunque sólo sea para trastear entre sus estantes buscando alguna pieza interesante (entrar en una librería, permítaseme el símil, es casi como salir de caza con chucho perdiguero sin saber qué te va a salir al camino, qué te vas a llevar a casa en el morral). O charlar un rato con María, Mariquilla, tan cariñosa y sonriente, tan eficaz como dispuesta a satisfacer cualquier demanda relativa al asunto por muy peregrina que esta sea.

Buena parte de mi biblioteca ha sido adquirida allí. Buena parte de los libros que adquiera de aquí en adelante estoy seguro de que también lo serán en ese local con su horario atípico.

Cuando vivía en Vallecas mis dos cotos de caza preferidos eran La Guadaña, que también funcionaba como estanco, y, los domingos que no tenía que ir a jugar al baloncesto y podía escaparme de casa, las casetas de Moyano. Sospecho que a La Guadaña se la habrá llevado ya la muerte, al menos en lo que a los libros se refiere (la última vez que estuve allí hace ya unos cuantos años estaban saldando el poco fondo que quedaba), pero a la Cuesta de Moyano, con la promesa del Retiro al final de las casetas de madera, vuelvo cada vez que puedo.

¡Larga vida a las librerías!

Y un beso para María.



2 comentarios:

  1. ! VIVA LA MADRE QUE TE PARIO !
    Querido amigo me has vuelto a emocionar, me has creado esperanza,ilusion, fantasia...
    Siempre tu librera Mariquilla

    ResponderEliminar
  2. Es que como María no hay ninguna, en ella encontramos lo mismo que en los libros de su librería: compañía, ilusión, cariño y mucho más. Como me dijo Álvaro hace poco: "no es mal refugio ella y su librería".
    Besos a los dos
    María José

    ResponderEliminar