81 -¡Cómo puedes
aguantarlo!- critican a Luder, porque visita a menudo en su buhardilla a un
pintor viejo y paupérrimo.
-Es que me
encanta su manera tan natural de invitarme a compartir su fracaso.
82 -Cuando Bonnard terminaba de pintar una tela- dice Luder-, cortaba en sus cuatro
costados todo lo que sobraba; lo mismo deberían hacer los escritores con sus
libros.
Así no leeríamos
sino la página del medio.
83 Luder pasa rápidamente delante de un mendigo que le extiende plañideramente
la diestra: - ¡Puerco! grita el pordiosero.
Luder se detiene
y regresa sonriente con una moneda en la mano: -Sólo esperaba que me llamaras
por mi nombre.
84 -Nada me impresiona más que los hombres que lloran- dice Luder-. Nuestra
cobardía nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando sólo
lloran los valientes: por ejemplo, los héroes de Homero.
85 -Le falta una generación para ser realmente distinguida- dice Luder de una
amiga de origen modesto que se ha pulido y encumbrado-. Si la observas bien, te
das cuenta que debe estar extremadamente atenta pues, al menor descuido, le
asoma el rabo de la vulgaridad.
Imagen: La siesta - 1900 (Pierre Bonnard)
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