Son
curiosos los avatares que a menudo sufren los objetos; el sillón donde estoy
sentado mientras escribo esto, por ejemplo, me lo regaló mi hermano a quien,
por su parte, se lo habían regalado unos compañeros de trabajo, operarios
municipales que habían procedido a un desahucio por impago.
El
origen del sillón estaba (lo descubrí cuando empecé a restaurarlo) nada más y
nada menos que en Canadá. Puede tener tranquilamente setenta u ochenta años,
cuando no debía de ser nada fácil ni usual transportar un sillón desde Canadá hasta
España.
Y
ahora aquí estamos los dos: yo sentado en él, comodísimo, frente a una mesa de
roble con tiradores de concha en los cajones, y mucho más vieja aún que
nosotros dos juntos.
La compré en un anticuario por cuatro perras.
Y
acaso porque me voy aproximando a sus edades, tanto de uno como de otra, hemos
acabado, a base de dar tumbos por ahí, haciendo buenas migas entre los tres.
Cuantos objetos de valor incalculable habrá por los trasteros del mundo. No lo sabemos pero seguro que un viaje a traves de ellos nos llevará a descubrir aunténticas reliquias. Qué tal un viaje organizado por ellos? Habrá que estudiar las posibilidades de este mercado😄
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