viernes, 20 de septiembre de 2013

3 generaciones


El niño, frágil como bote de remos a merced de todas las corrientes y mareas.

El adulto, recio y veloz como un catamarán con todas sus velas al viento, sin miedo alguno a los inciertos senderos del agua.

El anciano, ajado cascarón de un buque de carga con todos los caminos ya recorridos, navegando su última singladura antes de atracar en la dársena del desguace, el ancla ya para siempre en el lecho fangoso de su último asidero. 


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