lunes, 28 de marzo de 2016

Las témporas y el culo



Al igual que esas otras de “el tocino con la velocidad” o “los cojones con el trigo”, nunca he entendido muy bien la castiza expresión de “No confundir el culo con las témporas”. Y ya, ya sé que todo el mundo sabe lo que es el culo. Pero, y las témporas, ¿eh? Atadme esa mosca por el rabo.

Tranquilos, que no cunda el pánico: ya la wikipedia y yo os sacamos de la duda en un pispás:

Las témporas, en la iglesia católica, son los breves ciclos litúrgicos, correspondientes al final e inicio de las cuatro estaciones del año, consagrados especialmente a la plegaria y a la penitencia. En su origen, el objeto de las témporas era dedicar un tiempo a dar gracias a Dios por los beneficios recibidos de la tierra y a pedirle su bendición sobre las siembras para que produjeran cosechas abundantes. Tratándose de una institución que afecta a toda la comunidad cristiana, ese tiempo se organizó hasta convertirse en un conjunto de celebraciones litúrgicas, con sus formularios propios. Desde el principio la celebración de las témporas suponía actos penitenciales colectivos, ayuno en su sentido amplio particularmente, medio necesario para purificar el espíritu y para poder ofrecer a Dios el culto confiado de la iglesia, del modo más sincero.

¿A que casi ninguno sabía qué cosa eran las témporas, eh? Y no os pongáis estupendos ahora diciendo que sí, que claro, que faltaría más, que por supuesto.

Y sin embargo yo sigo con la duda; es más, todavía la entiendo menos: ¿Qué coño tendrá que ver el culo con las témporas?

Y ya para terminar, y puestos a elegir, me quedo, de todas todas, con el culo.
Por lo menos, y sin ir más lejos, con este de la imagen.

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