Mi querido amigo, mi añorado maestro Ángel Campos Pámpano, hubiera cumplido hoy 57 años.
Entre otras muchas cosas, a través de su palabra y su poesía, él me hizo amar la ciudad de Lisboa, una ciudad que en cuanto la pisas te atrapa para siempre con su belleza y encanto.
En su homenaje, dejo aquí un texto de su primer libro, La ciudad blanca:
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Desde Cacilhas, el transbordador cruza lentamente las aguas oscuras del Tajo. A un lado, tras los pilares del puente, la lámina rosa del cielo ocupa casi todo el paisaje. La línea final del agua se desvanece entre la bruma del fondo. Sopla un aire frío, salado, mineral, mientras contemplo afuera la embocadura. Enfrente, contra la silueta desvaída de la ciudad, las luces, ligeramente azuladas, puntean y recortan la colina. Va cayendo la noche, húmeda, como un fruto ya hecho.
Una vez en tierra, el chasquido metálico de un tranvía me devuelve la perspectiva en fuga, el trazo rectilíneo de la Baixa, al tiempo que suben al transbordador otros viajeros, cansados, silenciosos, para quienes el recorrido ya no será el mismo.
Hoy le recordaremos en Salamanca, una de sus ciudades. Le echamos de menos, sí. Abrazos.
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