Hay veces en que es mejor no preguntar. No preguntar
nada. Saber cuando mantener la boca cerrada puede convertirse en el mejor
ejercicio de supervivencia. Porque hay respuestas que pueden dejarte desnudo, a
la intemperie, como en mitad de un desierto, sin brújula y con la cantimplora
seca.
Y sólo entonces caes en la cuenta de que ahora sí,
tarde como siempre para cualquier posible remedio, estás perdido.
Y es que ya lo dice el refrán, como bien apunta el título de la entrada. Celebro la vuelta.
ResponderEliminarUn abrazo.