Con él, desde luego, la
naturaleza no tuvo el día.
Ni en lo físico, ni en
lo espiritual.
No acertó ni una.
Feo, a fuer de cabrón.
Y yo, estético y
moralista como soy, siempre estoy dispuesto corregir sus errores y a
contribuir, en la medida de mis fuerzas, a la correcta evolución de la especie.
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