El socorrido pretexto de es que hay que leer entre líneas es la
mejor explicación que se les ocurre a muchos autores para intentar justificar
lo tedioso, cuando no lo plúmbeo, de su estilo.
Como excusa para su incapacidad de
transmitir emociones y conocimientos hay que reconocer que está muy lograda:
hace parecer, tanto al autor que la lanza convencido como al lector que la
acepta entusiasmado más inteligentes de lo que en realidad son. Hace parecer,
digo.
Pero a mí me gustaría leer de vez en cuando
alguna de sus líneas y páginas sin que se me cayesen ni el libro al suelo ni el
alma a los pies.
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