No acabo de creerme demasiado esa alegría
desbordante y unánime que prolifera en todo tipo de festejos; veo tantos
rostros manchados de tedio, tantos cuerpos llenos de cansancio, que muchas de
esas risas me parecen nada más una impostura, casi una especie de medicina que
uno toma a la fuerza y que, a la postre, resulta nada más que un efímero
placebo.
Hace 4 años
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